por Miguel Ángel Acerenza, desde México
ANTECEDENTES
El turismo de masa, o turismo masivo; al cual nos refiriéramos en el artículo anterior, recibe esta denominación por el volumen de turistas que participan en él y el alto grado de concentración espacial que caracteriza a la actividad turística en el lugar de destino, la cual puede llegar a superar, en muchos casos, la capacidad soportante de los recursos naturales o culturales allí existentes.
La máxima expresión del turismo masivo se da en el turismo de sol y playa, pero también se manifiesta en el turismo cultural, especialmente en las ciudades que poseen una gran riqueza de atractivos culturales o características muy particulares como son los casos de las ciudades de Florencia o Venecia, ambas en Italia, por mencionar algunas de ellas. Pero es interesante mencionar que el turismo masivo se ha comenzado a dar también en sitios arqueológicos, e incluso, en los propios espacios naturales.
Este tipo de turismo no es en realidad un fenómeno nuevo. El turismo masivo tiene sus antecedentes remotos a fines del siglo XIX en las regiones industriales de Gran Bretaña, donde como consecuencia de la racionalización del trabajo y la creencia de que salir de vacaciones era bueno para las personas, el hábito de tomar vacaciones a las orillas del mar adquirió un gran desarrollo. Para que se pueda tener una idea al respecto, vale decir que Blackpool, localidad situada en la costa del Mar de Irlanda, es un destino vacacional que en la década de 1930 recibía ya siete millones de visitantes al año, y era el destino turístico más importante de Gran Bretaña, y posiblemente del mundo en esa época, porque tal volumen de visitantes aún hoy, en pleno siglo XXI, muy pocos centros turísticos de playa han podido alcanzar.
Las innovaciones introducidas por Thomas Cook a principio del siglo XX contribuyeron al desarrollo de lo que se ha denominado “turismo organizado”, que no es más que el turismo masivo, pero ya organizado y manejado profesionalmente.
Sin embargo debe decirse que no es sino hasta la década de los años cincuenta, con la aparición de los aviones jet y la introducción del marketing en la comercialización del turismo, que se producen cambios significativos en el turismo organizado, y éste adopta la forma de “paquetes vacacionales con todo incluido”, en especial en vuelos charter, conocidos como inclusive tour, modalidad que caracteriza hasta el día de hoy al turismo masivo contemporáneo.
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Mucho se habla de los efectos negativos que tiene el turismo masivo sobre el medio ambiente, las poblaciones locales y su cultura. Pero muy poco se dice de por qué este tipo de turismo sigue gozando de la preferencia de los turistas para sus viajes vacacionales. La verdad es que turismo organizado manejado profesionalmente tiene una serie de ventajas, por lo que sigue y seguirá teniendo una gran aceptación por parte de los turistas en todo el mundo.
El turismo masivo “democratizó” al turismo, facilitó las decisiones de viaje al reducir el riesgo percibido en la compra de los servicios turísticos, permitió que las personas conocieran el costo total de sus vacaciones antes del viaje eliminando con ello la incertidumbre que caracteriza a los viajes independientes, eliminó las barreras de los idiomas, y facilitó el contacto social y la creación de lazos duraderos de amistad entre los participantes en los viajes vacacionales lo cual difícilmente se puede lograr en los viajes independientes.
No hay dudas de que el turismo masivo descontrolado ha tenido efectos negativos sobre el medio ambiente en muchos destinos turísticos, pero dichos efectos no pueden ser atribuidos al turismo ni a los turistas, sino al modelo de desarrollo turístico de “rentabilidad económica” que adoptaron las autoridades de los propios países para obtener del turismo sólo beneficios económicos, sin considerar los efectos sociales y culturales asociados a ese modelo de desarrollo, ni los posibles impactos ambientales resultantes de la destrucción de los ecosistemas como consecuencia del uso descontrolado de los recursos naturales.
Lamentablemente, a pesar de que algunos países que firmaron la Declaración de Río y el programa de acción de la Agenda 21, y que se comprometieron incluso en desarrollar el turismo sostenible de acuerdo a dichos postulados, siguen degradando los ecosistemas costeros autorizando el loteo de terrenos con costa de playa para construir residencias vacacionales y hoteles (incluso sobre las dunas), amparados en una legislación de costas obsoleta que no considera, no sólo la protección y conservación de los recursos naturales, sino el hecho de que la costa marítima es un bien público al cual la población, sin distinción, tiene el legítimo derecho al uso y disfrute de la misma. Es realmente lamentable observar que se siga ofreciendo en Internet, a través de sitios inmobiliarios, la venta de terrenos con costa de playa, algunos de ellos incluso con loteos autorizados por las autoridades competentes.
A nuestro entender, aquellos países de nuestra región que aún hoy, en pleno siglo XXI, tienen leyes de costas obsoletas que permiten la construcción a partir de los 30 o los 50 metros de la marea más alta, debieran llevar a cabo una profunda revisión de las mismas para que no se sigan degradando los ecosistemas costeros por la destrucción de dunas, manglares y humedales. Desde nuestro punto de vista, la revisión y actualización de dicha ley no sólo es ya un compromiso ineludible, sino también inaplazable.
En el próximo artículo veremos los antecedentes y las características del “ecoturismo”.
Portal de América
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