Turismofobia: La culpa no es del turista
Martes, 11 Julio 2017 22:09

Turismofobia: La culpa no es del turista

Mi amigo está desconcertado con esto de la Turismofobia. Volvió hace poco de Europa -de darse en europazo , como decía Pepe Vázquez- a donde fue con su mujer tras muchos años de ahorro y trabajo. Todavía disfruta los recuerdos. Le encantó París, lo maravilló Roma y donde mejor lo pasó fue en España. Pero le pasó de todo.

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por Damián Argul, desde Carrasco, Uruguay

 

El hotel de Florencia quedaba en otra ciudad. En París, durante la visita de la ciudad de tres horas, lo dejaron dos en una perfumería. En Granada, como cosa típica le vendieron un sombrero de mariachi hecho en Vietnam. Y le sacaron plata por todos lados, especialmente en Italia. Recuerda que se sentó a tomar un café que ofrecían en un cartel  a diez euros en la Plaza San Marco y le cobraron veinte, no había visto la letra chica, diminuta, que los diez euros solo eran entre las  4 y 5 de la mañana. Pero valió la pena, confesó. Donde lo volvieron loco fue en la excursión a la Gruta Azul en Capri, al subir y bajar el barco grande, el más chico y el más chiquito -para entrar a la gruta- todos te exigen, por ayudarte, la “mancia”. Caro y  desagradable.

 

Tampoco entendió que para visitar una iglesia, la Sagrada Familia de Barcelona, le “percutaran” treinta euros por los dos.

 

“Y ahora -me comenta-, hay turismofobia. Un día si y otro también y a medida que avanza el verano en Europa, resulta que somos molestos, que nadie nos quiere, que echamos a los vecinos de sus casas y llenamos las ciudades de basura".

 

"¿los que nos sacaban la plata hace solo unos meses  ¿eran marcianos?

 

“ Toda mi vida los diarias y revistas con sus secciones de turismo, los canales de TV y las radios, los propios países, las agencias y los compañías aéreas invitándome   a conocer sus países, después parece que no somos bienvenidos”  concluye molesto.

 

La Turismofobia

 

Al respecto en su blog de Nuestro Turismo con el puntual título ¿Quién financia la turismofobia? Francisco Muñoz Escalona advierte  que la situación ha llegado a un límite cuando en la sección Opinión del diario El País de Madrid el escritor  Julio Llamazares se refiere al turismo como “La última plaga de la humanidad”.

 

A nosotros también nos alarmó. Puede ser razonable que los vecinos de la Sagrada Familia se enojen, al igual que los pocos venecianos que viven en Venecia o que algunos  mallorquines realicen pintadas contra quienes durante unos meses alteran sus rutinas. Pero que al turismo lo llamen plaga es muy fuerte, como dicen los jóvenes.    

 
En el mismo sentido Josep Ejarque, administrador principal de Four Tourism, advierte en una entrevista a TTG Italia que “la perspectiva' del aumento del flujo turístico, especialmente en las ciudades y áreas preferidas por los visitantes, está derivando en situaciones  peligrosas, la de 'turismofobia' y el choque entre los residentes y los viajeros.”

 

Y no es que todos los residentes padezcan de la misma fobia.

 

 Un informe del Ayuntamiento de Barcelona, ciudad que recibe treinta millones de turistas y visitantes, sobre percepción del turismo en Barcelona (2016), el 86,7% de los encuestados afirmó que el turismo es beneficioso para la ciudad, el 76,3% opinó que la convivencia con los turistas era buena o muy buena y el 78,6% aseguró que en su barrio no hay un exceso de turistas.

Por eso mismo las advertencias de Ejarque y Muñoz Escalona  no hay que tomarlas a la ligera, en una época en que muchas cosas se vuelven virales. Los virus a veces son benignos y otros producen peligrosas pandemias.

 

No es que el turismo corra peligro, por el contrario, seguirá creciendo a medida que el tiempo libre –su materia prima– crezca en el mundo.

 

Tampoco es que esto sea nuevo en una época en que todos quieren hacer turismo y nadie quiere ser turista, y criticarlo queda bien, la tendencia  puede causar algún estrago y todos aquellos vinculados a la industria  turística deben contribuir, en la medida de sus posibilidades, a evitarlo y procurar  revertirla.

 

Las acciones

 

- En primer lugar la OMT- cuyos informes de astronómicas cifras de llegadas de viajeros  alientan las críticas de los  ”turismofóbicos”- tiene que alertar a todas la instituciones públicas y privadas del sector – y de la aviación, ya que el turismo representa un 67% de su tráfico-  a responder y tomar medidas  y  revisar prácticas y costumbres que poco favorecen a la actividad.
- El manejo de los flujos turísticos es primordial. “ La verdad - escribe Ejarque refiriéndose a Italia - es que la situación que estamos viviendo no es simplemente el resultado de una falta de estrategia y gestión de los destinos italianos. Aquí, de hecho, nunca existieron mecanismos para la gestión de los flujos turísticos, y muy a menudo el turismo responde a un modelo de volumen, y no de  calidad.”

- No es fácil poner límites a los flujos turísticos aunque  de hecho ya muchos lo aplican de acuerdo a su capacidad de carga, entre otros: Galápagos, Machu Picchu y diversas comunidades alrededor del mundo que desean proteger su identidad cultural estableciendo horas, días y meses de visitas.

- Necesita límites, por ejemplo, el turismo de borrachera que a nadie favorece y degrada  los destinos que tolera sus excesos. En América del Norte donde se lo conoce como  “spring breakers” muchos destinos los eliminaron y necesitaron un tiempo para recuperar el turismo regular. Cabe señalar que también es cierto que algunos otros han ido a buscarlos ante la caída de sus mercados tradicionales. Todo tiene dos caras.

- Los medios de comunicación dirigidos al consumidor que son sus suplementos, revistas y programas de radio y televisión promueven destinos turísticos deben incluir espacios dedicados a informar al turista sobre la etiqueta apropiada a cada lugar y las cosas que se pueden hacer y no se pueden hacer en ellos, ya que todos  los días se incorporan al público viajero gentes de culturas y costumbres diferentes.
- Los institutos de enseñanza de turismo y hostelería deben explicar a los futuros profesionales sobre la importancia del turismo como industria y también de la idiosincrasia del turista de sus expectativas y  sus temores.
-  Relato, story telling.  Debe haber pocos paseos tan agradables como el de los canales de Fort Lauderdale. Lo que no tiene de historia como  el de los de Ámsterdam o Venecia lo suple en modernidad y en naturaleza, pero la vez que lo hicimos un tour regular la narración además de  estúpida logró la complicidad del pasaje, cosa fácil de hacer para cualquiera acostumbrado a manejar grupos,  desviando a unos del verdadero interés del recorrido  y arruinándoselo a otros. Muy cierto que los turistas quieren pasarla bien y divertirse, pero fomentar  la estupidez es otra cosa. Este es solo un ejemplo, un mal ejemplo, de cosas que pasan y hemos visto   por el mundo.
- El turismo de lo falso/Fake Tourism. Las propuestas de “lo típico” (very tipycal) o las atracciones que se insinúan como verdaderas:  el Puente sobre el Río Kwai, la casa de Sherlock Holmes o el Castillo del Conde Drácula. Hay que respetar la buena fe del turista y su capacidad intelectual.    
- Por último el programa de TV “Turistas en la Mira” (Scam City) realizado a partir de una investigación de NatGeo muestra como los turistas son engañados y estafados en diversas partes del mundo. Algo que las autoridades deben reprimir duramente y las instituciones turísticas colaborar en la tarea.

 

Si se quiere un turista respetuoso y responsable hay que comenzar por tratarlo respetuosa y responsablemente.

   
Portal de América

Comentarios  

Me gusta que me cites, sobre todo porque coincidimos en muchas cosas. En la turismofobia, por ejemplo, es obvio que la culpa no es del turista sino de los que deberían gestionar el gran fenómeno de nuestro tempo. Los hay que son tan fariseos que procuran recibir turistas y cuando lo consiguen reniegan de ellos. Un abrazo amigo Damián

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