por Sergio Antonio Herrera, desde Salinas, Uruguay

Médico de profesión, de la insigne generación 75 al igual que mi esposa. Repartía su horario laboral entre dos amores: el Defensor Sporting Club y Pluna.

Cuando mis hijos trabajaban en la aerolínea de bandera y debían faltar por enfermedad, allá aparecía César por casa a certificarlos.

Siempre tuvimos una muy buena relación pero desde el cierre de Pluna fue más intensa.

Discutimos muchas veces el proyecto Alas Uruguay, lo cuestionamos, lo elogiamos, lo analizamos pero siempre dentro de la habitual buena onda que él siempre imponía con su presencia. Compartimos algunas copas, algunos cafés y algunos asados como locales y como visitantes pero siempre para hablar del mismo tema: Alas Uruguay.

Me seguía en Twitter y no faltaba el tirón de orejas o el agradecimiento dependiendo el tenor del artículo, de la opinión, de la noticia que dábamos.

No teníamos hora ni día de la semana prohibidos.

Hace poco más de un mes en la sobremesa de un asado con amigos en casa, sabedor de la irreversabilidad de su estado de salud, le sugerí a Pico Trelles que uno de los aviones de Alas Uruguay debía llevar su nombre, sería uno de los mínimos homenajes que su figura merece.

Siempre pasa que el que se muere es el mejor, el más grande y no tiene defectos, ¿verdad?. Muchas veces escribe la hipocresía.

En el caso del Gordo se va un amigo con el que hemos estado de acuerdo y hemos disentido, pero siempre de frente.

Nos deja alguien que será insustituible aunque obviamente alguien ocupará su lugar, lo cual no es lo mismo.

Como me pasa cada vez que parte un amigo me duele escribir, pero más me duele que una vez más el destino haga una trastada como esta.

Mañana será una Navidad diferente. Desde las 8 hasta las 13 en la Empresa Abbate, en la calle Tomás Basáñez 1277 sala 101 será su velatorio.

Chau César, nos vemos.

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