Sobrevolando el Gran Cañón
Miércoles, 14 Septiembre 2011 19:35

Sobrevolando el Gran Cañón

El helicóptero es la mejor herramienta para introducirse en la inmensidad de una de las maravillas naturales del mundo y admirar su belleza efímera e inolvidable.

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por Luis Núñez-Villaveirán

Hay relaciones que duran lo que dura una mirada. Ese cruce de ojos donde se dice lo que luego no suena igual. Sensaciones fuertes, palpitantes, de décimas de segundo que se evaporan tal y como llegaron. Una rutina que se alcanza al parpadear. Muerta la magia queda el recuerdo. Pese al escándalo que pueda suscitar la analogía, eso es, para mí, el Gran Cañón o Cañón del Colorado. Sus seis millones de años de antigüedad (aunque en la base hay rocas con más de 2000 millones) son un flashazo. Un golpe a la memoria sobre accidentes geográficos. Belleza efímera e inolvidable.

De las dos entradas que tiene el Parque Nacional del Gran Cañón, suelen recomendar la del sur. No sólo por su mayor magnitud, 2.100 metros de profundidad frente a 300, si no por tener mayor cantidad y mejor calidad de servicios. La ruta en coche desde Williams o Flagstaff, las poblaciones más cercanas de la entrada meridional, es bastante agradable puesto que el paisaje va cambiando de boscoso a árido en apenas 100 kilómetros. Pagados los 25 dólares que cuesta la entrada por una semana aún no hemos podido ver nada de lo que nos espera. El aparcamiento, gigantesco y gratuito, está convenientemente oculto de lo que está por llegar.

Cien metros, 300 y pico pies separan a tu coche de un espectáculo incomparable. Un espectáculo concentrado en una visión. Esa que tienes cuando ves por primera vez un accidente geográfico único y considerado, precisamente, una de las maravillas naturales mundiales. Ya has dejado de leer la guía turística, has atravesado el escudo de las reservas indias que componen el Gran Cañón (Hopi, Hualapai y Navajo) y te das de bruces con la magnitud de la realidad. Un hachazo en la tierra de 1.600 metros de profundidad de media y más de 446 kilómetros de longitud. No olvides la primera impresión porque ya no vuelve.

Puedes andar durante horas, visitar la enorme cantidad de miradores del Cañón, ver maquetas, recordar en el museo y en los paneles la historia del mismo... nada se puede comparar a esa primera impresión. Ese flechazo de un amor de verano, estación en la que se pueden alcanzar temperaturas de 50ºC en esta maravilla del estado de Arizona. Las altas temperaturas son, precisamente, las grandes enemigas de los trekkings por el cañón. De ahí que las autoridades adviertan de que no se debe intentar bajar al fondo en un día (9 horas a pie) porque existe riesgo de deshidratación.

Desde las alturas

Uno de los guardas del parque me decía que el descenso era la mejor manera de ver el cañón, pero cuando el tiempo apremia hay otra que intenta suplir esa majestuosidad de la primera vista del cañón: el helicóptero. Además, te olvidas de los cinco millones de personas que, como tú, saturan este parque anualmente. Hay varias empresas, a las afueras del parque, que se dedican a ello, algunas vuelan incluso desde las Vegas. Por unos 150 euros se puede disfrutar de media hora sobrevolando la superficie del anillo sur y por 200, 45 minutos que dan para llegar a la parte norte. No suele haber problemas de disponibilidad.
Tormenta en el Gran Cañón.

Tony, un piloto de la policía, fue nuestro maestro de ceremonias en la experiencia aérea del Cañón del Colorado. Lo bueno del helicóptero -además de «poder ver el cañón mucho mejor que sentado en cualquier borde del mismo», según contaba el piloto- es, precisamente eso, volar en helicóptero. Pasados los nervios iniciales gracias a canciones de ayer y de siempre escuchadas a través de los cascos comunicadores llegas al Gran Cañón y te cuentan en el idioma que solicites la historia y datos del mismo. Con la espectacular vista que pasa por debajo es complicado atender a una voz mecanicamente mexicanizada y que no cuenta nada nuevo.

Decía Tony que ha visto a gente llorar y llevarse las manos a la cabeza al ver el Gran Cañón a sus pies. Sensaciones del amor a primera vista que se tiene de esta enorme apertura al abrigo del río Colorado. Una vez superadas las mariposas del estómago, perdido el impacto inicial, quizás la rutina emborrona la impresión de esta magnífica hendidura. De nuevo en tierra, exhausto por un día entero en una de las gargantas de la madre tierra, te subes al coche y emprendes el camino de vuelta al mundo real. Entonces, el sol baja, y el Cañón, entre lágrimas de tormenta estival, te hace un último guiño cambiando completamente de color... y, pese a tu reticencia, te vuelves a enamorar.

Portal de América - Fuente: www.ocholeguas.com

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