Páez Vilaró fue insertándose en la vida de la mítica comparsa y en comunión con los Silva y los demás integrantes trajo su arte desde el Este hasta el Sur y hasta desfiló a pura lonja y madera vestido de tamborilero.
Agó Páez, su hija y continuadora en el arte, pintó en plena calle el tambor que fuera del gran “Cachila” Silva.
Postales montevideanas de una época que jamás se irá porque está incorporada para siempre en la memoria de quienes la vivimos y la trasmitimos.
Portal de América