Rusia necesitaba un mínimo de 86 votos para permanecer en el consejo de la OACI, formado por 36 estados. No los consiguió tras realizarse el recuento de la votación de 170 países miembros de una organización que cuenta con 190 miembros. A pesar de las quejas de la delegación de Moscú exigiendo una segunda votación, la decisión fue irrevocable, argumentandose que todos los países participantes sabían perfectamente la trascendencia del voto. Este ha dado como resultado algo inédito en los 78 años de historia de la institución: es la primera vez que un miembro es expulsado de la categoría principal de este consejo. La propia presidenta de la Asamblea y directora general de Aviación Civil de Sudáfrica, Poppy Hoza, reconoció que la situación vivida ayer en Canadá no tenía precedentes.
Esta primavera, Rusia cerró su espacio aéreo a las compañías aéreas de 36 países del mundo. Entre estos, los 27 miembros de la Unión Europea. La decisión fue tomada en respuesta a las sanciones relacionadas con el conflicto en Ucrania dirigidas al sector de la aviación rusa tras la invasión de Ucrania ordenada por Moscú. A eso le siguió lo que desde occidente se ha considerado como una confiscación ilegal de centenares de aeronaves extranjeras propiedad de empresas que habían alquilado sus aparatos a aerolíneas como Aeroflot, Rossiya, S7 Airlines o Nordwind. Estas, siguiendo instrucciones de su gobierno, decidieron rematricular las aeronaves con las que volaban y previamente estaban registradas en otros países, dando seguridad jurídica. Con estos cambios no acordados por las dos partes, los aviones perdían relación con sus propietarios legítimos y se dificultaba el seguimiento legal y técnico de estos. La mayor parte de las aeronaves afectadas son modelos fabricados por la estadounidense Boeing y la europea Airbus.
Una votación sin precedentes
La votación de la OACI fue inusualmente tensa en un estamento acostumbrado a pocas crisis. Ya antes de ese acto, Omar Alghabra, ministro de transportes de Canadá declaró a la gaceta de Montreal que era importante que Rusia rindiera cuentas por sus acciones, y adelantó que su país no apoyaría la nominación de Rusia al consejo. Alghabra, sirio-canadiense nacido en Arabia Saudí, es el hombre de confianza de Justin Trudeau para asuntos aeronáuticos. En las primeras semanas de 2020 tuvo que encargarse de mediar entre su gobierno y el iraní tras el derribo de un avión comercial ucraniano por parte de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica mientras despegaba de Teherán y en el que fallecieron 176 personas. Entre estas, varios ciudadanos canadienses.
Del mismo modo que su homologo canadiense, la rumana Adina-Ioana Vălean, en su rol de comisaria de transportes de la UE indicó en su turno de palabra en la asamblea que era totalmente inaceptable que un miembro de la OACI que está violando de una manera tan flagrante la Convención de Chicago se siente en el mismo consejo en el que debe actuar como su guardián. La convención indicada es un tratado del año 1944 que creó la Organización Internacional de Aviación Civil. Ante la expansión del sector se establecieron desde entonces un ordenamiento nuevo y reglas uniformes para la aviación internacional. "Esto no se trata de política. Se trata de los fundamentos de esta organización”, indicó la política europea y miembro del Partido Nacional Liberal de Rumania.
La reunión previa y las consecuencias
Se ha sabido que el resultado de la votación obedece a un plan meditado desde hace un trimestre. A principios de verano, varios altos cargos del sector de la aviación de la Unión Europea organizaron una serie de reuniones con otros países para solicitar unos votos que aseguraran que la elección de ayer fuera una oportunidad para expulsar democráticamente a Rusia del consejo. Objetivo conseguido con creces.
La salida de los representantes del gobierno de Vladímir Vladímirovich Putin de esta agencia internacional tendrá consecuencias directas: Rusia perderá definitivamente la posibilidad de colaborar con otros miembros-estados en materia de aviación, aumentando su aislamiento. En principio Rusia ya no estaría sujeta a las reglamentaciones internacionales y sin estas, progresivamente el resto de los países dejarían de confiar en la seguridad de las aeronaves que operan allí. Potencialmente los vuelos con origen en aeropuertos de Rusia no podrían operar en el espacio aéreo de los países miembros de la OACI, ampliándose las restricciones ya vigentes en diferentes partes del mundo. La presión internacional sobre el país sigue creciendo tras su decisión de invadir a Ucrania. Esta vez da de lleno en el sector de la aviación civil y comercial.
Portal de América - Fuente: La Vanguardia