por Damián Argul, Nuestro Turismo
Tiempo después, gracias a la invención de las diapositivas o transparencias, vinieron aquellas reuniones, donde los recién regresados nos proyectaban la Europa monumental que habían recorrido. Una sesión que, con un poco de suerte, no duraba mucho y generalmente venía acompañada de un buen servicio gastronómico.
Ahora todo es más rápido. Te enterás que alguien está viajando cuando recibís una selfie tomada al instante: dos caras en un “close up”, y al fondo, los que tienen buena vista, pueden adivinar la presencia del Coliseo o el Taj Mahal.
Las cosas cambiaron, el 707 hizo los viajes más cortos y Los Beatles pusieron a Londres en el mapa y lo cambiaron por una Lisboa agitada por los Claveles. Y sigue cambiando.
Hoy los “citytours”- que ya venían bastante maltrechos- han dado paso a los “hop off hop on” que muestran mucho y no enseñan nada mientras las aplicaciones nos evitan del contacto con los guías locales ahorrándonos el drama de no saber si darles propina, ni cuánto.
Al haberse los Agentes de Viajes convertido en consejeros de precios y no de viajes, sin su perniciosa prédica, los viajeros se sienten liberados de visitar cuanto museo o catedral se les cruce y pueden así recorrer libremente los shopping centers al igual que la población local, una verdadera experiencia. Todo bajo techo, aire acondicionado y la posibilidad de probar los sabores locales en un Mc Donald ´s o comprar artículos regionales en Zara, Hermés o H&M, de acuerdo a cada bolsillo.
Hoy día además de los city breaks, los hop off hop on, las app y las mencionadas selfies también están las low cost que te dan la libertad de elegir los aeropuertos más baratos y conocer Yakarta, Varsovia o Cleveland dejando Hong Kong, Paris o Nueva York para cuando estén más baratos.
Así que ahora todo el mundo viaja a todo el mundo y lo más importante: todo el mundo se entera al instante. Y todo el mundo contento. Los viajeros, sus contactos de whatsapp, sus amigos de Facebook, los aviones, los alojamientos y los AdV consejeros de precios.
¿Y cuál es el problema? El problema, decía un amigo es que no hay problema.
Solo falta esperar que el autocar sin chofer se extienda más allá de Donostia -otra propina menos-, que empiece a funcionar el Hyperloop para que viajemos en tubos al vacío a velocidades increíbles y que no nos extravíen más los equipajes.
Portal de América