El post: monocultivo turístico
Martes, 06 Abril 2010 01:13

A partir de la facilidad percibida por los habitantes de una zona determinada de generar recursos económicos a través de la actividad turística se genera una tendencia en el que tiende a abandonarse las actividades tradicionales.
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La consecuencia de este abandono es la excesiva dependencia al destino de la llegada de personas de fuera. La causa es la falta de interés por lo tradicional por parte de una población que ve que el éxito está en establecer mayores relaciones económicas con los visitantes con lo que se genera un impacto económico, cultural y social y muchas veces medioambiental.

Las pequeñas comunidades no pueden ni deben exponerse a vivir únicamente del turismo. Esto afectará negativamente a la sostenibilidad de la economía de la región porque tarde o temprano llegará una crisis, una mala noticia, un huracán, unas lluvias mal dadas, un atentado a 500kms, un secuestro en la parte del mundo donde vives, etc y se acabó. En dos años no viene más gente... Y las cosechas sin sembrar.

Este peligro real y tan repetido en tantas zonas en todo el mundo es el que hay que tratar de evitar y por tanto se hace importante un espacio en el que el turismo sea un apoyo a la estructura económica tradicional y no una solución a todos los problemas. La razón es que el turismo trae una enorme potencia de desarrollo tanto en capital humano cómo económico pero, en caso de éxito, genera una presión insufrible para la comunidad local tanto en social, cultural, medioambiental como económico.

En una apuesta territorial por la actividad turística no se debe hacer una apuesta todo o nada. Porque aunque el todo sea exitoso va corroyendo el territorio hasta que deje de ser atractivo para los visitantes. El valor de este territorio es cada vez menor y necesitas generar más facilidades, normalmente bajando precios, para que la demanda siga consumiendo unos productos cada vez más devaluados.

Posibles soluciones consisten en una planificación en la que el turismo forme parte de un todo que retro alimenta el resto de la actividad así cómo se beneficia del resto del desarrollo económico de la región. Para ello se debe de apoyar la compra de insumos locales por parte de los empresarios turísticos y el desarrollo de regímenes de alojamiento que permitan la utilización de una oferta complementaria por parte de los viajeros para que el beneficio turístico esté igualmente repartido de tal manera que se convierta en una lluvia fina que riega lo preexistente y no un empacho de agua que lo inunda todo.

Por otra parte es interesante la puesta en marcha de talleres de formación-sensibilización entre la población local para que ésta pueda ser consciente de lo que significa el monocultivo turístico y actúe en consecuencia.

Finalmente es bueno estudiar estrategias de marketing no costosas y que busquen al cliente directo... No se trata de traer a cuanta más gente mejor sino a traer aquellos realmente interesados en lo que puedo ofrecer y que paguen por ello un precio justo.Y esto me hace pensar en destinos de las dos partes del mundo, los pobres y los ricos, el norte y el sur... España tiene este problema, al igual que, por ejemplo, el incipiente negocio turístico en Mauritania.

España es un enorme ejemplo para que hablemos de todo estos problemas de la actividad turística en territorios empobrecidos pues si hay un país que deba agradecerle al mismo tiempo que reprocharle cosas al turismo es España. Salíamos renqueantes de una posguerra, del aislamiento, de la oscuridad y, de repente, el turismo trajo capital extranjero, ideas frescas y enormes dosis de ladrillo con el que sustentar el paso de país pobre a país rico.

Hoy es uno de los destinos más importantes del mundo aunque mantener toda la enorme maquinaria ha costado (y sigue costando) la parcelación de toda la costa mediterránea en establecimientos donde bajo un disfraz de servicio al turismo se escondía el lobo de la especulación inmobiliaria. Esto, evidentemente, quita valor al territorio.

Sintomático es el caso de Marbella donde en esta crisis económica estamos viendo cómo el control de los servicios turísticos por especuladores está generando una serie de cierres empresariales que huelen a construcción de segunda vivienda que proyecte un mayor beneficio para unos empresarios obsesionados en el corto plazo y trabajar lo menos posible.

En Mauritania el problema ha sido que el incipiente nacimiento de la actividad turística ha venido acompañado, al menos en el mercado español, con una acumulación de noticias sobre Al-Qaeda y el terrorismo fundamentalista de corte islamista. En este caso fue especialmente duro el caso del París-Dakar que pasó a convertirse un París-Dakar en Chile Argentina en su edición del 2008. Al año siguiente tres cooperantes son secuestrados en las carreteras del desierto mauritano.

Todos estos mensajes han hecho que a Mauritania no vaya ni el Tato. Por tanto los guías turísticos, los alojamientos preparados, las aldeas donde iban los grupos de acompañantes del rally generando una relación de dependencia al regalar libros y lapices (y ropa, y pozos). Estos grupos humanos se han quedado sin la demanda que les permitía crecer y los grupos salafistas son, cada vez más, los mejores turistas de un territorio abonado en el descontento...


Turistas: el que sigue es un artículo de Manuel Vincent Turistas, citado en esta publicación

Una de las claves de nuestra libertad fue aquel turismo de los años cincuenta que introdujo en España la visión de nuevas formas de vivir, de amar, de viajar. Había francesas que iban a la playa en bicicleta llevando en el cestillo del manillar un libro de Sartre y de noche enseñaban a unos pescadores patilludos, con pelo rizado en las pantorrillas, que hacer el amor no era lo mismo que devorar ferozmente un asado con hambre atrasada, sino una práctica lenta y armoniosa, llena de imaginación.

Sobre la arena de unas playas todavía limpias y desiertas las escandinavas desnudaban sus cuerpos espléndidos sin culpa alguna frente a la Guardia Civil, que finalmente tuvo que claudicar ante su inocencia insolente. Llegaron los primeros biquinis, los primeros descapotables, las primeras copas largas al atardecer en las terrazas con música de bolero, los primeros collares de nueces sobre la piel quemada, las primeras noches de jazmín, las primeras sandalias grecolatinas, las primeras faldas floreadas, que a merced de la brisa del mar dejaban ver largos muslos bien torneados con pelusilla de melocotón.

También llegaron entonces a España los primeros profesores alemanes y anglosajones en año sabático enamorados de nuestra cultura popular, y las chicas extranjeras obligaron a muchos jóvenes universitarios a entrar por primera vez en el Museo del Prado para ligarlas. España tenía un Mediterráneo incontaminado, todavía no bombardeado a discreción con cemento armado, al que acudía un turismo que amaba el sol y también nuestros monumentos, ruinas y catedrales. Entre dos, la convivencia siempre se establece por el nivel inferior.

Aquellos primeros turistas extranjeros eran muy selectos y tuvieron que amoldarse a alguna de nuestras costumbres bárbaras, pero de ellos una generación de españoles aprendió a desmitificar el sexo, a vestir, a intuir la gloria de la libertad e incluso a sostener la copa en la mano. Más allá de la especulación y del mal gusto, lo peor ha sido lo barato que hemos vendido el tesoro del Mediterráneo.

A partir de su inexorable degradación también el turismo extranjero se ha ido degradando hasta ponerse a ras de este estercolero de ladrillos que cubre la costa. Si el nivel de la convivencia se establece siempre por abajo, en adelante nuestras formas de vivir las marcará ese turismo cada vez más garrulo, que sólo espera de nosotros que seamos camareros serviciales, mientras el sol, que le hemos regalado, les quema la barriga.


fuente: Daniel Villagrán- Post extraído de la Comunidad Hosteltur

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