por Enriqueta E. Lemoine

Más allá de las críticas, de si valió la pena o no que la ciudad de Doral pagara 2,5 millones de dólares para ser anfitriona de la 63ª edición del certamen Miss Universo, que terminó realizándose cerca, pero no en los predios de la ciudad; de si la arena de la Florida International University (FIU) le quedó pequeña a un evento de la "magnitud" del Miss Universo.

Más allá de si el concurso sigue presentando a las mujeres como "objetos" y refirma el mensaje de que lo que importa es la apariencia física; de si es una frivolidad o no que en un mundo tan convulso como el nuestro, nos ocupemos de ser anfitriones de un concurso de esta naturaleza; este domingo, cuando a partir de las 8 de la noche, los ojos del mundo estén atentos a la elección de la sucesora de Gabriela Isler, también veremos una celebración de la diversidad y un tributo a la tolerancia.

Precisamente en un mundo tan convulso como éste, es cuando cobra relevancia la capacidad del Miss Universo de convocar a concursantes de una inmensa mayoría de países, de juntar en un mismo escenario a mujeres de distintas razas y culturas. Y es que de eso se trata el concurso: de celebrar la diversidad y la belleza que implica, de mostrar como todos tenemos valor, independientemente de nuestra raza, origen o religión.

En Occidente, con Estados Unidos, y por supuesto en América Latina, a la cabeza, estamos acostumbrados al ideal de belleza que nos vende la publicidad. Y aunque la mayoría de las aspirantes calza perfectamente en ese molde, no es menos cierto que hay otras, igualmente hermosas, que no entran en esa categoría.

Eso es lo mejor del Miss Universo y est noche de domingo ,88 mujeres, venidas de los cinco continentes, de los lugares más remotos del planeta, representando distintas culturas, razas, tradiciones, modos de vida, hablando distintos idiomas, se pararán con confianza y seguridad en el escenario, para decirle al mundo: ¡aquí estoy!

Y entonces  podrán inspirar a esos niños y niñas en el mundo entero quienes, por una u otra razón, sienten que tampoco calzan en el molde. Y nos enseñarán que todos tenemos valor. Que cada quien es único. Que la diversidad nos enriquece. Y que sí se puede.

Pero además de decirle sí a la diversidad, hay algo que las participantes se llevarán a sus países: la seguridad y la confianza en ellas mismas, el haber descubierto que tienen un gran potencial y haber aprendido a sacarlo, que tienen voz, que pueden expresarse para representar e inspirar a aquellos que no la tienen.

Luego de 17 días en los que estas mujeres participaron en cocteles, desfiles, pintaron una pared en Wynwood, tomaron clases de salsa y zumba, disfrutaron de la gastronomía de los mejores restaurantes de Doral, cocinaron en la Escuela Chaplin de Gerencia de Hospitalidad y Turismo de FIU, intercambiaron con los vecinos, compartieron con las cheerleaders de los Miami Heat, visitaron hospitales, participaron en subastas y obras benéficas, tomaron clases de golf y  mostraron su mejor cara el mundo, este domingo de noche se develará la incógnita de quién será la próxima Miss Universo.

Cada una de las 88 aspirantes es única, diferente y hermosa. Y sólo por el hecho de haber llegado hasta el certamen, cada una es también ganadora. Como también son ganadoras Miami y Doral, donde la diversidad y la tolerancia son el pan de cada día.

Portal de América - Fuente: www.miamidiario.com