Si la gente supiera lo deprimente que es viajar ahora se evitarían tales comentarios ingenuos.

La verdad es que hoy siento nostalgia. Añoro esos días en los que en verdad justificaba viajar en avión, aunque fuera costoso; y es que los mismos espacios, la atención abordo, las comidas, entre otros aspectos hacían de ésta una experiencia única.

Pero cómo han cambiado los tiempos. Son pocas las aerolíneas que en la actualidad se preocupan por el viajero. Es justo aclarar que algunas líneas aéreas todavía se esfuerzan un poco para que el pasajero no se sienta montado en el autobús de transporte público más caro del mundo, aunque en ocasiones los autobuses generan menos frustraciones.

Tener que pagar por el equipaje (en un trayecto dentro de Estados Unidos la “gracia” de llevar maleta le sale en 50 dólares), pagar una comida en ocasiones abordo, sentir que viaja solo y que si siente algo de miedo no tiene a quién preguntarle porque las aeromozas casi siempre están atrás escondidas, hablando de los planes que tienen para el regreso a casa, son factores que hacen dudar o desistir de montar en avión. La crisis económica nos hizo añicos los corazones, además de otras partes del cuerpo.

Por todo lo anterior cancelé recientemente un viaje a China. Saliendo desde Suramérica esta misión me hubiera llevado muy seguramente a Los Ángeles para luego embarcarme 12 horas en un cilindro presurizado, con el agravante de que a muchos chinos parece no gustarles hablar en inglés, así que con la incomunicación todo se hace más denso. Entonces decidí que únicamente voy a hacer este tipo de viajes cuando mi presencia sea absolutamente necesaria.

Así que espero que la próxima vez que mi tía pepa me vea salir de viaje no me diga en su tan característica tonada: “ay mijo, que envidia usted como viaja”, pues seguramente me veré obligado a hacerle una lista de tareas, ayudarle a hacer la maleta y mandarla en misión periodística, para que comprenda entonces que al final es mejor la vida de un jubilado.

fuente: gerenciadeviajes.com