No es exclusivo de la Argentina que los gremios aprovechen coyunturas como éstas para pasar facturas a las empresas y al gobierno y por otro lado, aquellas y éste, argumenten exculpándose.

Lamentablemente siempre, se espera a sufrir tragedias como la que nos ocupa para hacer lo que hay que hacer y en ocasiones, ni así pasa.

Pero cuando se muestran cifras tan apabullantes de inversión y de balances favorables, es quasi inmoral que en un país que en muchos aspectos es de primer mundo, su gente, viaje como viaja en los ferrocarriles argentinos.

El de ayer, puede señalarse como la crónica de un suceso anunciado. Casi todos coinciden que tarde o temprano algo así debería de pasar.

Una vez más, la sociedad paga con la vida de su gente, su propia ineptitud.

Desde afuera y mirando en perspectiva, se nos ocurre decir que la etapa que debe venir tiene que tener un signo identificatorio excluyente: el de la sinceridad.

No importa si la razón es de los gremios, de la empresa o del gobierno, la cruda realidad indica que Argentina, que con estos mismos gobernantes hasta fantaseó con un tren bala, tiene un sistema ferroviario deficitario y altamente peligroso para los usuarios.

La política de transporte tan generosa para el aire, debería dirigir su mirada hacia la tierra para que el tren, paradójocamente, no quede en la vía.

El gobierno uruguayo emitió un comunicado de solidaridad ante la tragedia y ofreció su ayuda. Con similar sentimiento y con la misma intención, con este artículo, creemos ayudar, por eso lo escribimos, por eso lo publicamos, esperamos que así se entienda.

Portal de América