De esta forma, primero con el volcán islandés impronunciable (Eyjafjalla) y luego con el Puyehue, hemos quedado paralizados por el tiempo que las entrañas de los respectivos volcanes vomitaban y el viento esparcía sus cenizas y según parece, seguiremos en la misma por bastante tiempo más.
Desde abril de 2010, cada vez que vamos a volar, por placer o por trabajo, los creyentes debemos agregar la palabra cenizas a la expresión "si Dios quiere".
En esta nueva realidad, habrá que caminar definitivamente hacia una alternativa válida para, donde se pueda, es decir en tramos relativamente cortos que son los regionales, suplir al transporte aéreo.
Mientras los motores de las aeronaves sigan siendo afectados por el silicio, cada vez que haya cenizas volcánicas en la atmósfera, se paralizará el transporte aéreo, ese es un dato de la realidad que aunque cueste aceptar, vino para quedarse y está totalmente fuera de discusión.
Ya hemos escrito algo al respecto, lo último fue el artículo Tren bala Buenos Aires - Montevideo del 14 de agosto pasado.
No se nos ocurre por el momento algo mejor que esa posibilidad.
Lo que nos preocupa es el silencio que hay al respecto.
Portal de América
Todos somos rehenes, insertos en un estruendoso silencio
Martes, 18 Octubre 2011 09:54
Puede sonar tragicómico que el mundo entero, con todo su progreso, con su revolución tecnológica y con todo el brillo que supuestamente todo este contexto le otorgue a la mente humana, asista impávido a un espectáculo impensado que en ningún producto cinematográfico de ciencia ficción fuese incluido: las cenizas volcánicas.