Llegado a Cosenza, continuó al pequeño pueblo desde donde había venido su familia a América. Preguntó por su apellido y fue hasta una casa cuyo propietario se llamaba igual que su abuelo, e inmediatamente el encuentro generó un gran júbilo que compartió todo el pueblo, a los que le pareció haber conocido toda la vida.

Casos así se dan con mucha más frecuencia de lo que nos imaginamos.

En este mundo tan nuevo, mucha gente, aún las generaciones más jóvenes, parecen querer saber cuales son sus raíces, la historia de su familia, como un remedio para superar esa rutina de casa-trabajo-casa o mejor dicho monoambiente- cubículo-monoambiente.

El tiempo que se asigna a estas experiencias siempre parece poco.

Estos viajes cobraron gran notoriedad con posterioridad a la desaparición de la Unión Soviética, que facilitó el intercambio de viajeros. Se viajó a todos lados y a todos los países en busca de la familia. Eso motivó incluso la aparición de Agencias de Viajes especializadas en la búsqueda de antecedentes familiares.

Los irlandeses han tomado este asunto seriamente y lo ven como una forma de atraer visitantes. Con cierta frecuencia vemos además, convocatorias a los miembros de cierta familia a reunirse en  Irlanda, en una suerte de “congreso” internacional que debe ser muy gratificante.

Dentro de unos años América del Sur empezará a recibir los descendientes de tantos inmigrantes esparcidos por el mundo.

A medida que viajar se  vuelve tan común, y de una u otra forma accesible, estos viajes turístico-familiares serán cada vez más frecuentes.

Algunos dirán que, dentro de poco, las famosas redes sociales permitirán realizar estas reuniones familiares en forma virtual, pero todavía falta mucho para reemplazar el placer de una reunión familiar disfrutando la “soppressata calebrese” brindando con una copa de  Donnici doc e dop.

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