Operadores europeos de circuitos terrestres han informado que la duración promedio de los circuitos que utiliza el mercado latinoamericano oscila entre los 15 y 22 días.

El dato nos da un pie para reflexionar sobre la duración ideal de un viaje, tema clave en el turismo.

Una leyenda urbana cuenta que las familias más acaudaladas del Río de La Plata, viajaban a Europa con una vaca, para asegurar el suministro de leche fresca para los niños.

Eran largos viajes remedando el Grand Tour de la juventud británica del siglo XVIII.
A principios de los años 1970, el canciller estadounidense Henry Kissinger implantó, o al menos
fue la cara visible, de “la diplomacia viajera”, un contínuo ir y venir, una suerte de “touch and go” que hoy se ha vuelto común.

Por su parte el año sabático, es un año de descanso, con remotos antecedentes, pero al que se afilia no pocos jóvenes, fundamentalmente europeos, oportunidad que aprovechan para recorrer el mundo, utilizando diversas modalidades.
Tan dispares modalidades de viajes están sujetas también a las cuatro claves que guían nuestros análisis: disponibilidad de tiempo, capacidad de pago, accesibilidad y motivación.

Pero tienen también otros componentes.

Los viajes de vacaciones por descanso, quizás en su esencia la modalidad más extendida, sin referirnos a los city breaks ni a las escapadas de fin de semana, requieren una duración de siete u ocho días.

Algunos estudios indican que para llegar a un estado real de descanso se necesitan entre dos y tres días después de la llegada a destino, así como que el día previo al viaje de retorno también implica un período menos placentero. Esto no supone menos aprovechamiento o disfrute,  pero si menos días de recuperación psicofísica cuando ésta es necesaria.

La duración del viaje y el cruce de distintas zonas horarias (jet lag) también imponen un desgaste, que pueden requerir una mayor duración del viaje. Como contrapartida recordamos los comentarios de un experimentado organizador de giras turísticas que hace unos treinta años se prolongaban por sesenta o más días, ”con el correr de los años debimos acortar la duración de las giras: a medida que pasaban los días los pasajeros extrañaban la familia, se cansaban y hasta experimentaban un deterioro físico, algunos se volvían irritables y el ambiente general del grupo se deterioraba.”

Los viajes de negocios son también pasibles de muchas miradas. Por cierto que el ejecutivo de hoy dispone cada vez de menos tiempo, pero muchos optan por agregar un día más de lo que indica la agenda: muchas veces no todas las negociaciones se cierran en el tiempo previsto, incluso de acuerdo al destino, en determinados rubros pueden surgir nuevas opciones que no se pueden desaprovechar.

”El viaje no son solo las horas de vuelo, están la preparación, las esperas, los traslados, por lo que deben aprovecharse al máximo, tener que volver al poco tiempo resulta mucho más costoso.” Además está creciendo la idea que, ya que se va a un lugar, hay que aprovechar para conocer el destino y sus atractivos. No son pocos los viajeros que buscan que su ocupación termine el jueves, para el viernes reunirse con su pareja y disfrutar juntos un fin de semana.

Del “viaje con la vaca” al “touch and go” las opciones son múltiples.

No solo el posible viajero, sino quienes organizan paquetes, congresos, reuniones, hoteles y destinos, deben tener en cuenta todas las variables posibles para organizar su oferta.

Siempre recordamos una de las más acertadas publicidades que hemos visto: “Hong Kong, quédese un día más”.

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