Nuestra idea de la misión y visión, como se dice ahora, de estas instituciones ha variado muy poco a lo largo de los años.

Pensamos, a grandes rasgos, que deben trabajar para mejorar el desempeño profesional de sus asociados, defender sus intereses y enaltecer la profesión.

En las múltiples formas de alcanzar esas metas, hemos ido incorporando nuevas ideas y comprendiendo las diferencias entre los distintos tipos de instituciones.

Por ejemplo, siempre nos ha seducido la forma de “Colegio Profesional” como complemento de las asociaciones gremiales empresariales donde el protagonista es el individuo y no el sector o la empresa que representan.

A manera de preámbulo no queremos omitir señalar, lo importante que es para  una Institución generar fondos económicos que les permitan realizar con comodidad su cometido.

No es una visión idealista pero es real.

Los problemas económicos han conducido al fracaso o al inmovilismo a no pocas instituciones. También es cierto que las vías de recaudación han tergiversado la finalidad de varias instituciones.

Puede parecer obvio señalar la  importancia de los gobiernos, Juntas o Consejos Directivos mandatarios de la masa social que los eligió.

Este es el punto en que el que deseamos detenernos, pues es la cara visible del gremio y la responsable de guiar su destino.

El desempeño de un cargo directivo no es cosa fácil, representa mucho sacrificio y el abandono de la actividad particular. Como contrapartida, las críticas por lo que se hace o por lo que no se hace, son frecuentes.

“Fuertes críticas a AMAV” es según un relato humorístico, un tópico tradicional de los “Fam  Tours” mexicanos.

La duración del mandato de la directiva, determinada estatutariamente, debe ser objeto de una máxima atención, las reelecciones indefinidas o la rotación permanente de autoridades, son igualmente perniciosas.

Debería estimularse la participación de distintas opciones electorales, que representen distintas filosofías o distintas formas de conducir una Institución.

Demasiadas veces se forman “planchas” por consenso, que derivan en conducciones mediocres.

La divergencia, la sana oposición son factores enriquecedores.

En las asociaciones empresariales es buena, además, la participación, donde la representación sea bien balanceada.

No pueden estar ausentes los directivos de las grandes empresas, que tienen una visión “macro” del negocio, equipos y medios que apoyan su gestión, así como
capacidad de negociación.

Por otra parte las empresas “familiares” o “artesanales”, que forman la mayor parte de la Industria en muchos países, aportan su conocimiento de campo, la invalorable experiencia de estar en la “primera línea”.

Una justa proporción de ambas características, es el ideal. Muchas experiencias demuestran que lo contrario puede ser demasiado sesgado y negativo.

No nos creemos demasiado chauvinistas, si advertimos como riesgoso, aceptar la integración de gente sin formación profesional, ni compromiso con la actividad.

No queremos ser injustos citando solo algunas de las muchas instituciones modélicas de nuestro sector.

Su actuación es por demás beneficiosa para sus asociados y para toda la actividad.

No creemos que el Turismo tenga que tener su casa gremial en la Grand Place de Bruselas.

Son pocas las generaciones que se han dedicado al turismo como industria.

El tiempo y las reflexiones, aún modestas como ésta, nos darán la maduréz suficiente para comprender la verdadera importancia de nuestras instituciones.

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