Se nos podrá decir que no tiene relación directa esto con el turismo y como respuesta, podríamos ensayar una mirada compasiva al interlocutor u otra con un dejo irónico.

El martes 17, en nuestro artículo editorial del PDA, titulado Las barbas en remojo, decíamos: "Ni por asomo pretendemos editorializar acerca de la medida tomada ayer por el gobierno argentino. Pero lo nuestro si, es al menos, pretender estar al tanto de lo que pasa con la economía de nuestros principales clientes y viendo como viene la mano, creemos convencidos que de este lado del río, debemos estar en alerta naranja".

Más adelante, refiriéndonos a nuestro posicionamiento, deciamos:

"Si fuera por fraternidad y simpatías no dudaríamos en hacerlo por los vecinos y hermanos pero este es un tema en el que nada tienen que ver los pueblos, o mejor dicho, son decisiones en las que nada tienen que ver, pero lamentablemente, como siempre ocurre, si, pagarán las consecuencias.

Ya vimos una película similar con Aerolineas Argentinas, la cual Menem privatizó y entregó con un moño grande a empresarios españoles a los que el gobierno K, también les dio el portazo en 2008.

Pero también vimos otras películas anteriores con el final similar y reiterado, en donde pueden aparecer insólitas acciones aéreas de autoagresión o helicópteros protagonizando fugas".

Y decimos ahora:

Nosotros, que apenas hacemos periodismo, que tenemos muy claro que en Argentina tenenos afortunadamente muchos lectores y que obviamente, a partir del domingo pasado, también muchos oyentes, no le sacamos el cuerpo a la opinión pero, tomamos distancia, la aconsejable, la entendible y separamos lo que es la gente, el pueblo, del gobierno.

Pero de este lado del río no todos coincidimos y es nuestra obligación expresar nuestro desacuerdo con la inveterada costumbre presidencial, la de nuestro primer mandatario, de opinar acerca de casi todo y de pronunciarse sobre casi todo, pero lo que es peor, antes que nadie, saltando al vacío sin red. Ya pasó con los ingleses, con los barcos con banderas de las Malvinas y ahora pasa con los españoles por Repsol.

A nosotros tampoco nos gusta el prepo de los españoles ni la implacable presión de los norteamericanos, ni la diplomacia brasileña, ni el coro barrabrava del gobierno argentino, pero no hay necesidad de, además de nuestra problemática, meternos solitos en la de otros, máxime, cuando algunos de esos otros, en el campo internacional en vez de sentarse junto a nosotros a la mesa, se sientan del otro lado.

Dios quiera que a pesar de todo, a Argentina le vaya muy bien y que salga adelante con estas medidas. La suerte de Argentina, en alto porcentaje, puede ser nuestra suerte.

Pero seamos prudentes y dueños de nuestros silencios, evitemos ser esclavos de nuestras palabras.

Portal de América