por Damián Argul
Esto de los trabajos en extinción no es nuevo, pero la vertiginosidad con la que suceden actualmente es asombrosa y coloca el tema en el tapete.
Que no es nuevo ya lo sabemos, seguramente se podría escribir una historia de la humanidad a través de las obsolescencias o de profesiones extintas, que las hubo y muchas; aunque algunas se transformaron como las de paje, bufón o pregonero.
Específicamente en los viajes son o fueron muchas las profesiones desparecidas o en vías de desaparecer, aún antes de la llamada IV Revolución Industrial.
Una muy notoria, de la que todavía quedamos algunos testigos supervivientes, fue la los barcos transatlánticos de pasajeros que empezaron a desparecer con posterioridad a la aparición del Boeing 707. En este caso los marítimos se reciclaron, creando la poderosa industria de cruceros. Dejaron de ser un medio de transporte para convertirse en un destino móvil.
Señala la revista Condé Nast Traveler un pequeño gran invento que cambió la forma en que viajamos y costó miles de puestos de trabajo a maleteros de aeropuertos y hoteles: las maletas con rueditas. Ian Schaeregger –ex Studio 54- considera que los pasajeros de sus Public Hoteles, que buscan el ”nuevo lujo”, ya no requieren el servicio de botones, esos simpáticos muchachos que nos enseñaban a prender el aire acondicionado, manejar la TV e incluso nos daban un par de datos útiles para aprovechar nuestra estadía.
De manera que hoy, mañana o pasado, podremos registrarnos en un kiosko, viajar sin servicio de azafatas, tomar un taxi sin conductor, registrarnos en el hotel y abrir la habitación con el celular, consultar al conserje electrónico, visitar la ciudad guiados por una app y si estamos perdidos preguntarle a Google Street o al GPS.
O sea, con un poco de suerte podríamos pasar una semana de viaje sin conversar con ningún ser humano. Y si tenemos ganas de hacerlo y entablar una charla con algún nativo o nativa desconocido/desconocida, corremos el riesgo de ser procesados penalmente por acoso, de acuerdo a algunas leyes que, se dice, se están discutiendo en varios países.
De vuelta a casa “el tipo” (Wimpi dixit) seguirá viendo cine por Netflix; desaparecidos los shopping centers hará las compras por internet, leerá lo que le recomendó Amazon y no su librero amigo, pedirá los platos de sus restaurantes ´preferidos por delivery y merced al gobierno electrónico, ni siquiera podrá enojarse con la burocracia, por más que ésta, se resista.
En su libro Cinco años de España (1981) el Profesor y filósofo Julián Marías decía algo así como que “desde el norte se ciernen sobre nosotros los negros nubarrones del aburrimiento”. Ojalá que se demoren lo más posible en llegar acá.
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