por Sergio Antonio Herrera, desde Aqaba, Jordania
La llegada a la zona se da ya con una vista impresionante de la ciudad de Wadi Musa, en la provincia del mismo nombre y ya de inicio vimos el manantial de Moisès. Wadi Musa significa "Valle de Moisés" en árabe. Se dice que el profeta Moisés pasó por el valle y golpeó las rocas para obtener agua para sus seguidores en el sitio de Ain Musa ("manantial de agua de Moisés" o "Pozo de Moisés").
Petra se localiza en un valle angosto, al este del valle de Arabá que se extiende desde el mar Muerto hasta el Golfo de Aqaba. Los restos más célebres de Petra son sin duda sus construcciones labradas en la misma roca del valle (hemispeos).
Fundada a finales del siglo VIII a. C. por los edomitas, fue ocupada en el siglo VI a. C. por los nabateos que la hicieron prosperar gracias a su situación en la ruta de las caravanas que llevaban el incienso, las especias y otros productos de lujo entre Egipto, Siria, Arabia y el sur del Mediterráneo.
Hacia el siglo VI d. C., el cambio de las rutas comerciales y los terremotos sufridos condujeron al abandono de la ciudad por sus habitantes. Cayó en el olvido hasta que en 1812 el lugar fue redescubierto para el mundo occidental por el explorador suizo Jean Louis Burckhardt (1784-1817).
Desde el 6 de diciembre de 1985, está inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco. La zona que rodea el lugar es también, desde 1993, parque nacional arqueológico. Y desde el 7 de julio de 2007, Petra es la segunda de las siete maravillas del mundo moderno, siguiendo a la Muralla China que fue votada como la número uno.
Además de El tesoro, pudimos acercarnos entre otros, a las Tumbas reales, a la Tumba del Obelisco, al Anfiteatro, un monumental espacio semicircular para ocho mil personas tallado directamente en la roca.
El retorno, totalmente "fundidos" lo hicimos en uno de los coches eléctricos que van y vienen sin cesar por el único camino existente para entrar y salir.
Una experiencia formidable.
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