Chacarita: El próximo barrio de Buenos Aires
Martes, 15 Marzo 2011 02:35

Chacarita: El próximo barrio de Buenos Aires

Pegado al aún taquillero Palermo, Chacarita es una barrio típico, con vecinos, calles y comercios de toda la vida, donde ahora surgen con entusiasmo estilosas tiendas, bares, restoranes, centros culturales, y por donde ya se ha visto merodear a los famosos de rigor. Por eso, se le apunta como el próximo destino de moda en Buenos Aires.  

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Por Leila Guerriero, desde Buenos Aires

El nene es cortito y se apura como puede.

-Dale, Fede, apurate.

El nene se apura, colgado de la mano de su madre que quiere llegar al otro lado de la calle antes de que el semáforo dé paso a los autos.

-Dale, Fede, apurate.

Al otro lado de la calle hay cuatro o cinco puestos de flores que venden crisantemos, varas de gladiolos, claveles como llagas, rosas.

-Mirá qué lindo, todas las flores que pusieron. Alguna vamos a llevar -dice la madre.

-¿A dónde vamos? -pregunta el nene.

-Acá -dice la madre-, a ver a la tía Amalia. ¿No querés venir?

-Ufa -dice el nene.

-¿Qué, ahora no querés venir?

No, dice el nene con la cabeza: no.

-Tanto que jodiste -dice la madre-. Tanto que rompiste las pelotas.

El nene no dice nada.

-Hace cuatro meses que venís diciendo que querés venir a ver a la tía Amalia. Y bueno, ahí la tenés, acá está la tía Amalia.

La madre y el nene se pierden entre las veintiocho columnas dóricas bajo el monumental pórtico de entrada adornado con escenas del juicio final del cementerio de la Chacarita, en alguna de cuyas noventa y cinco hectáreas está la tía Amalia.

Chacarita es un barrio de Buenos Aires y aunque tiene límites precisos -las avenidas Elcano, Del Campo, Garmendia, Warnes, Dorrego, Córdoba, Álvarez Thomas, y las vías de los ferrocarrilles Urquiza y San Martín- sería mucho más útil decir que está pegado a Palermo, ese monstruo que se traga todo bajo denominaciones como SoHo, Viejo, Hollywood, Queens, Village. Chacarita, en todo caso, es un barrio donde hay mercerías de toda la vida, bazares de toda la vida, carnicerías de toda la vida pero que, de a poco, empieza a brotarse de tiendas que venden ropa de diseño, comida de diseño, muebles de diseño, y se lo menta como el próximo rincón de moda en la ciudad. El por qué de su nombre tiene una explicación aburrida, pero hay que darla: era zona de chacras -como se llama en la Argentina a las pequeñas fincas- que pertenecían al colegio de la Compañía de Jesús. En 1767 los jesuitas fueron expulsados, el terreno pasó a manos del Real Colegio de San Carlos (hoy Colegio Nacional de Buenos Aires) y, en boca de los estudiantes que lo usaban como lugar de veraneo, la palabra chacra mudó a chacrita y, de ahí, a chacarita. De modo que su nombre es producto de una deformación, y su epicentro uno de los cementerios más grandes del mundo.

-Te hago una pregunta: ¿la tumba de Luca Prodan?

Los chicos son tres, y no tienen más de 17. Un varón y dos mujeres. Son las tres de la tarde, el cementerio de la Chacarita parece a punto de entrar en ebullición, y ellos llegaron quién sabe de dónde para ver la tumba de Luca Prodan, un músico italiano que vivió en la Argentina, fundó una banda de rock -Sumo- y se murió. Todo buen fan debería saber que Luca no fue enterrado aquí pero estos chicos no lo saben y ahora, asomados a las oficinas de María Elena Tuma -Coordinadora General de Cultura de los Cementerios de la Ciudad de Buenos Aires-, preguntan:

-¿La tumba de Luca Prodan?

A lo que María Elena Tuma responde, como quien ha respondido mil veces:

-Luca no está acá. Nunca estuvo.

-¿Y dónde está? -pregunta el varón.

-Dicen que lo cremaron y lo llevaron a Córdoba.

El cementerio de la Chacarita nació para recibir a los muertos de la epidemia de fiebre amarilla de 1871 y es el hermano modesto del de la Recoleta que, lejos de aquí, recoge los cuerpos de familias patricias en bóvedas lustradas hasta el ardor. Los años lo hicieron gigante y popular (con panteones que agrupan a sus muertos por nacionalidad -franceses, yugoslavos, españoles- y oficios: zapateros, actores, boxeadores, sastres, maestros, policías) y depositario de ilustres como el presidente Juan Domingo Perón que estuvo aquí hasta 2006, cuando fue trasladado; el cantante Carlos Gardel; y Jorge Newbery, uno de los primeros aviadores hispanoamericanos, que murió al estrellarse en Mendoza, con una bóveda de dimensiones jurásicas en la que cinco cóndores aferrados a un risco custodian el cuerpo de un hombre titánico, desnudo, cobijado entre alas monstruosas, desmadejadas en un gesto de potencia demencial e inútil. Por lo demás, los pasillos están desiertos, blanqueados por un sol de miedo. En algunas tumbas se nota el rastro de los vivos -y entonces hay flores y retratos, y están frescas como galerías a la hora de la siesta-, pero muchas más tienen los vitrales rotos y, en el interior, se acumulan latas de pintura, escobas.

Chacarita es un barrio con mercerías que venden calzones enormes junto a agarraderas para el horno; lavaderos que se llaman Lava que te lava, verdulerías Gen&Ales, o tiendas de ropa K-Labaza: cosas que están ahí desde hace demasiado tiempo, fieles a la única moda que se pueden permitir: la subsistencia. Tiene dos estaciones de tren: la del ferrocarril Urquiza y la del San Martín. A pocos metros de la del Ferrocarril Urquiza está El Galpón, un sitio que se anuncia como el primer mercado orgánico de Buenos Aires y donde los productores venden directamente al público. Abre sólo los miércoles y los sábados, de 9 a 18. Hoy es miércoles. En torno al edificio enorme, de chapa, hay césped y mesas cubiertas por manteles verdes donde varias personas comen comidas saludables y orgánicas que vende el restaurante saludable y orgánico de El Galpón. Hay un chico que toca la guitarra y dos puestos: en uno venden flautas, en el otro trozos de una materia gris opaca sobre la que hay, pegados sin esmero, pedazos de azulejos.

-Es mosaiquismo -dice la mujer que atiende-, pero no el tradicional, es otro concepto. Los hago yo, y salen 4 dólares. Todo con material reciclado.

Mosaiquismo, repite, sin que se le mueva un pelo.

Adentro del galpón hay un restaurante de comida orgánica y puestos donde se consiguen pollos de campo, croquetas de mijo, milanesas de lentejas, dulces y conservas artesanales, semillas, quesos. En un puesto de repostería vegana un chico y una chica conversan. Él tiene dreadlocks y un pantalón naranja. Ella un vestido blanco, collares.

-Hay una estructura vieja -dice el chico- montada sobre el control, el miedo. Pero por suerte hay mucha gente que está haciendo que esa estructura caiga.

-Claro, sí, totalmente.

-¿Te gustan las piedras? -dice el chico, tocando uno de los collares de la chica.

-Sí, me encantan.

-Tenés una amatista.

-Me la regalaron.

-¿Un novio?

-No, no tengo novio.

-Ah, mirá. Así que no tenés novio. ¿Sabías que la amatista...?

Y así durante un rato, en una charla que demuestra que los veganos también son de carne.

(Y en Chacarita, además, están la casa de moda para chicos Plaza Color, propiedad de María José Duffy, entrenada en el Fashion Institute de Nueva York; y Lúcuma, que tiene varias sucursales de su marca de ropa para mujeres pero que mantiene aquí su casa central, la más modesta; y La Nube, una organización civil que existe desde 1975 y en la que funciona la biblioteca de libros infantiles más grande de Latinoamérica, cuyo frente ocupado por un mural de la diseñadora española Agatha Ruiz de la Prada que consiste en corazones concéntricos en varios tonos de rosa le da el aspecto que podrían tener una tienda de lencería erótica o un megasupermercado de objetos porno o un lavadero para perros cool, y que recibe a más de 15.000 chicos por año que, repantigados en una alfombra, entre marionetas, caballitos de madera y el olor sosegado del papel añoso, hacen una tarea extraña: leen).

La avenida Corrientes -que cincuenta cuadras más abajo desemboca en el Obelisco, los teatros, el paisaje for export- tiene aquí un aspecto pueblerino: edificios de no más de tres pisos, farmacias del Doctor Ahorro, peluquerías que prometen pelos con descuento, supermercados marca Día. Sobre una calle llamada Bonpland, entre Dorrego y Vera, hay dos o tres tiendas de antigüedades, como La Perla Negra, que vende discos de vinilo y radios viejas. Junto a La Perla Negra hay un local que vende libros usados. Frente a la Perla Negra hay otro local que vende muebles viejos. En la esquina de La Perla Negra está Artemio, un local que abrió hace poco y que pasa buena parte del tiempo cerrado pero que, dicen, vende piezas exquisitas.

-Esto no es Chacarita, esto es Villa Crespo -dice el dueño de uno de los locales, sentado en la vereda.

El tipo tiene razón: la avenida Dorrego, a esa altura, separa el barrio de Villa Crespo del barrio de Chacarita. Y aunque uno podría pensar que una cuadra es nada más que una cuadra, y que después de todo allí, sobre la calle Bonpland, hay tres o cuatro cosas que vale la pena mencionar -el restaurante Buenos Muchachos; las tiendas de antigüedades; el showroom de las hermanas Katz dedicado a la bijouterie y las carteras; el restaurante Ambiente wok- una cuadra es nada menos que una cuadra y hubo países que hicieron -hacen- por una cuadra una guerra.

(Y en Chacarita, además, está el bar de la calle Rodney, las mesas de madera de toda la vida bajo el tinglado de chapa de toda la vida donde rockeros locales y celebridades ajenas como David Byrne toman cerveza con vista al paredón del cementerio y, a veces, tocan, cantan. Un bar donde sucede tanto frente a un cementerio donde nunca pasa nada).

El toldo de la esquina es de color naranja. Las vidrieras llevan el nombre en caligrafía manuscrita: Las Damas. Adentro, pocas mesas, manteles blancos y sillas de cuero marrón. Laura Lecuona y Lucía Della Paollera son amigas y vecinas. Laura trabajaba en publicidad y vivía en este barrio donde, hasta hace poco, los únicos restaurantes posibles eran como Gambrinus y Albamonte, sitios tradicionales donde reinan las papas fritas, el bife de chorizo y, en el caso de Gambrinus, el goulash y el jambonon con chucrut.

-Hace dos años -dice Laura Lecuona- vi que un local en la esquina de mi casa se alquilaba. La llamé a Lucía y le dije "¿Ponemos un restaurante? Por ahí funciona".

Y lo pusieron, bajo la sombra de un paraíso gigante y de una madreselva que perfuma, y funcionó. Ahora, en el barrio, hay varios que se le parecen:

Masamadre está desde hace dos años en la calle Olleros, con platos -en su mayoría vegetarianos- que podrían saciar a un batallón; D&M deli, sobre la avenida Jorge Newbery, es un salón blanco que abrió un mes atrás, en la planta baja de una escuela de danzas; Santa Gula, una suerte de bodegón moderno y clásico barrial, está desde hace tiempo en una esquina de la avenida Jorge Newbery; y Le Ble, en Dorrego y Vera, se presenta, desde hace un año y medio, como boulangerie, patisserie y otras francesadas en un barrio al que la palabra "gourmet" llegó hace dos días.

(Y en Chacarita, además, está Sentio que, en la esquina de Charlone y Jorge Newbery, vende, desde hace un año, bocconcinis, cuadrados de manzanas, muffins, cupcakes, y donde la mujer que atiende dice que ahora hay público para esto porque llegan cada vez más productoras de televisión -además de Polka, de Adrián Suar, director de Canal 13, e Ideas del Sur, del conductor Marcelo Tinelli, que están aquí desde hace mucho- pero que, de todos modos, lo que más movimiento tiene es el quiosco Patricia, justo enfrente, un local de dos por dos donde se hacen fotos, fotocopias, anillados y se venden golosinas, cigarrillos, vestidos para nenas, esmaltes para uñas y repuestos para bicicleta).

La puerta dice Teatro Gargantúa, pero en ninguna parte dice que este sitio fue el bar Los Andes, donde debutó, en Buenos Aires y en 1949, el cantante de tangos uruguayo Julio Sosa, una voz que, como la de Gardel, hizo época. Después el bar cerró, se transformó en ferretería y en taller mecánico, hasta que un intendente de la dictadura, en los años '70, lo expropió para construir una autopista que nunca hizo. En los '90 devino esto que es, con bar al frente. Quizás, en unos años, cuando los turistas lleguen de a montones, alguien decida poner una placa que diga que aquí cantó, noche tras noche, a cambio de un contrato de veinte pesos de los de entonces, Julio Sosa, cuyo éxito fue tal que las entradas tenían que reservarse con algo que casi no se conocía en esa época: anticipación.

(Y en Chacarita, además, está Casa Félix, en la calle Giribone, un restaurante a puertas cerradas, propiedad de Sanra, una fotógrafa estadounidense, y de su marido, el chef Diego Félix, con una cocina cuya única concesión a la carne es el pescado y basada en hierbas latinoamericanas -burrito, cedrón, poleo, paico, suica- que se cultivan en el patio del fondo; y U comodo vostro, en la avenida Jorge Newbery, donde todo lo que se consigue es italiano -arrabiata, amatriciana, pene rigatti, tortiglioni- y está servido por cuatro amigos cuyos nombres parecen sacados de un casting para una -improbable- nueva novela de John Fante: Franco Giacometti (el bartender), Marcelo Baldini (el chef), Ezio Baldini y Emiliano Donato (los socios capitalistas) que antes fueron un editor y productor, un abogado y un par de buscavidas).

En la avenida Dorrego, Onírico vende muebles y objetos de diseño de los años '40, '50. Daniel trabaja aquí desde hace cuatro años. Antes fue chofer en una planta procesadora de maníes.

-Esta mesita es japonesa -dice desplegando una mesa de coquetería esquelética-. Y después está este juego de vajilla roja, de ochenta piezas.

Toca los lomos de los sillones como si fueran suyos, se envalentona con una silla de tres patas, se detiene frente a un mueble señorial, oscuro.

-Esto es Chipendale. Acá me enseñaron a reconocer los estilos y el Chipendale se reconoce mirándole las patas. Mire: tiene como una garra. Así es el Chipendale.

De un tiempo a esta parte, casi todos los clientes de Onírico son extranjeros.

Pablo Ledesma es artista, o carpintero, o, en todo caso, hace muebles que son piezas buscadas por arquitectos y decoradores y forman parte de colecciones privadas y del mobiliario de hoteles en la provincia argentina de Misiones, en Buenos Aires, en Kenya. Trabaja únicamente con maderas recobradas, lo que quiere decir que en este galpón de cientos de metros, que fue alguna vez fábrica de escobillones y al que sólo se puede llegar con cita previa, no hay una sola pizca de virginidad: todo lo que se ve ha sido utilizado antes en otra parte: en caballerizas, en barcos, en ferrocarriles, en canchas de fútbol, en conventillos. Con esas maderas viejas Ledesma hace sus camas nuevas, sus nuevas mesas, sus bancos. Para que nada termine, para que todo vuelva a empezar.

(Y en Chacarita, además, está Glitter, la casa de lámparas de acrílico con diseños de los años '80 que Laura Rey abrió hace cinco años, en Concepción Arenal; y el parque los Andes, en Corrientes y Dorrego, donde los fines de semana se monta una feria que vende ropa y zapatillas falsas pero que, sobre la calle Guzmán, tiene puestos de antigüedades a precios absurdos; y el museo Simik, una colección de dos mil cámaras de fotos antiguas que funciona desde 2002 en un bar llamado bar Palacio; y el bistró Bardot, en la avenida Córdoba, de comida mediterránea y mesas en las que se han escrito pasajes del poema gauchesco más famoso -el Martín Fierro-, de modo que uno puede comer europeo en un bistró de nombre francés en una esquina porteña con el plato apoyado sobre el gran poema nacional. Concepto, decía la mosaiquista. Aquí, al menos, no es lo que falta).

Ocho o nueve años atrás, Nazareno Anconetani decía: "Tingue tungue. Tingue tungue. Me sentaba en el tornito a la mañana y terminaba a la noche, haciendo botones para el acordeón". Nazareno era el menor de cuatro hermanos que heredaron de su padre, Giovanni, el oficio de construir acordeones y vendérselos a los mejores músicos del país. Tenían un taller, y un local, y una orquesta familiar en la que tocaban todos. Ahora sólo queda Nazareno, que tiene 89 años, pero el local sigue repleto de acordeones, el taller está activo -en manos de un sobrino nieto, ex miembro de una banda de heavy metal, Malicia- y, en la casa contigua, las hijas de aquellos hombres y mujeres fundaron el Museo del Acordeón, un sitio que ellas mismas atienden los martes y los jueves, de 16 a 18, sin cobrar un centavo porque lo que quieren, dicen, no es lucrar sino mostrar la huella de cuatro generaciones, el rastro de un siglo de trabajo.

Están las Di Mario, están las Katz, están las De Bonis Orquera.

-Las Di Mario somos mis dos hijas y yo -dice María Inés Di Mario.

-Las Katz somos mi hermana Mishal y yo -dice Eugenia Katz.

-Las De Bonis Orquera somos mi hermana Argelia y yo -dice Ziomara de Bonis Orquera.

Las Di Mario fabrican lámparas desde hace ocho años y abrieron un local -vidriera enmarcada en prudente pintura negra- el 21 de septiembre de 2010, donde venden colgantes, lámparas y veladores que diseñan y en los que utilizan maderas, ramas, lana, plástico, sedas. Las De Bonis Orquera hacen, desde hace dos años, zapatos: ballerinas de sedas y rasos importados que, dispuestas sobre cajas blancas en un local pequeño y coqueto sobre la avenida Jorge Newbery, parecen animalitos mansos. Las Katz hacen, desde hace cuatro o cinco años, carteras y bijouterie -en un showroom de la calle Bonpland al que se accede sólo con cita previa- en las que usan materiales recuperados de procedencia diversa.

Todas ellas solían ser, en orden desprolijo, editoras de libros para chicos, publicistas, diseñadoras industriales. Pero Chacarita parece ser zona de combate para hermanas que decidieron dejarlo todo y hacer lo que les gusta. Chacarita, como la Patagonia, parece un lugar propicio para olvidar, para empezar de nuevo.

"Barrio parque Los Andes: primera casa colectiva municipal, 1927. Esta manzana de 4 plantas, 17 cuerpos, 157 unidades de vivienda, sala de teatro, biblioteca y 7200 metros cuadrados de parque interior fue proyectada por el arquitecto Fermín Bereterbide. Desde 1972 es administracion vecinal, administrada por sus propietarios". Junto a esa placa hay otra que dice "Propiedad privada, prohibido pasar". El barrio Los Andes es una manzana que repite grupos de casas iguales -glorietas, ladrillo rojo, puertas y ventanas verdes- en torno a un parque interno donde los chicos juegan mientras sus padres miran por la ventana y se felicitan por haber conseguido un lugar políticamente correcto para vivir encerrados, para vivir mejor.

Bordeando el muro del cementerio de la Chacarita están el cementerio alemán y el británico. El alemán es todo lápidas negras, economía de recursos. Los mármoles dicen Johannes Frick. O Klöckner. O Christophersen. No hay fechas ni frases ni recordatorios. Hay árboles, caminos de piedra, cuidadores que riegan el pasto con esmero. Una de las lápidas, entre todas, dice "Mamá, siempre te recordamos con mucho amor", y en medio de tanta austeridad la lápida parece un vestido rosa, un despropósito, una cumbia.

El epicentro del barrio es uno de los cementerios más grandes del mundo.

Uno puede comer europeo en un bistró de nombre francés, en una esquina porteña con el plato apoyado sobre el gran poema nacional.

Chacarita, como la Patagonia, parece ser un lugar propicio para olvidar, para empezar de nuevo.

Ropa y diseñoPLAZA COLOR: ropa para chicos. Jorge Newbery 3584; tel. (54-11) 4551 1968.

LÚCUMA: ropa de mujer. Jorge Newbery 3700. Tel. (54-11) 4552 5928; www.lucumaweb.com.ar

DE BONIS ORQUERA: zapatos. Jorge Newbery 3742; tel. (54-11) 4554 3681; www.debonisorquera.com

ONÍRICO: muebles, vajilla y lámparas de los años 40, 50 y 60. Avenida Dorrego 1295; tel. (54-11) 4857 9291; www.oniricodeco.com.ar

PABLO LEDESMA: Carpintería y objetos en madera recicladas. Sólo con cita previa. E-mail, Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.; tel. (54-11) 4028 8097: http://pabloledesma.net

LA PERLA NEGRA: antigüedades. Dorrego y Bonpland.

GLITTER: lámparas, colgantes y veladores de acrílico con inspiración en los años 80. Concepción Arenal 4053; tel. (54-11) 3535 0563; www.glitteriluminacion.com.ar

LASDIMARIO: Iluminación. Roseti 428; tel. (54-11) 4551 5517; www.lasdimario.com

LAS KATZ: Carteras y bijou. Showroom, Bonpland al 700. Atienden sólo con cita previa. Tel. (54-11) 6576 0525; www.laskatz.com

RestaurantesBUENOS MUCHACHOS: Porteña. Bonpland 715; tel. (54-11) 4587 7383.

D&M DELI: Sandwiches y ensaladas. Jorge Newbery 3663, desayunos y almuerzos. Tel. (54-11) 4556 1789.

AMBIENTE WOK: Asiática. Bonpland 899; tel. (54-11) 4855 8790; www.ambientewok.com

BAR DE LA CALLE RODNEY: Abierto todos los días, desde mediodía. Rodney y Jorge Newbery.

LAS DAMAS: De autor. El restorán pionero del barrio.Charlone 202; tel. (54-11) 4554 3466.

MASAMADRE: De autor. Olleros 3891; tel. (54-11) 4554 4555.

SANTA GULA: Natural. Jorge Newbery 3902; tel. (54-11) 4552 4599.

LE BLE: Francesa. Desayunos, meriendas y almuerzos. Patisserie. Dorrego 999; tel. (54-11) 4854 2616

SENTIO: Ensaladas, tartas, sandwiches, patisserie. Charlone 300; tel. (54-11) 4553 9157; www.sentio.com.ar

CASA FÉLIX: Argentina de autor. Sólo con reservas. Tel. (54-11) 4555 1882; www.diegofelix.com

U COMODO VOSTRO: Italiana. Almuerzos y vermuth. Jorge Newbery 3540; tel. (54-11) 4553 7043.

BARDOT: Mediterránea. Mediodía y tarde. Córdoba 6400; tel. (54-11) 4554 6651.

Datos útilesTHE WOW FACTOR: Tienen muy buenos datos sobre Chacarita en particular, Buenos Aires en general, y del mundo en generalísimo. http://hotelwowfactor.blogspot.com

CEMENTERIO DE LA CHACARITA: Abierto todos los días de 7 a 18 horas. Ofrecen visitas guiadas gratuitas el segundo y cuarto sábado de cada mes. Salen desde el peristilo a las 11 de la mañana. Guzmán 680. Tel. (54-11) 553 9338.

CEMENTERIO ALEMÁN: Av. Sebastián Elcano 4530; tels. (54-11) 4551 3241 y 4553 3206.

TEATRO GARGANTÚA: Jorge Newbery 3563; tel. (54-11) 4555 5596; www.teatrogargantua.com.ar

LA NUBE: Los no socios pueden asistir a las funciones de teatro, tomar las visitas guiadas, y leer en el lugar. De lunes a viernes de 10 a 13 y de 15 a 19 horas; sábados de 10 a 13. Jorge Newbery 3537; tel. (54-11) 4552 4080; www.lanube.org.ar

EL GALPÓN: Venta de alimentos orgánicos. Miércoles y sábados de 9 a 18. Federico Lacroze 4171 (junto a la estación Federico Lacroze del Ferrocarril Urquiza). Tel. (54-11) 4554 9330.

MUSEO FOTOGRÁFICO SIMIK: Con cámaras para admirar y comprar, todos los días de 7 a 24. Avenida Federico Lacroze 3901; tel. (54-11) 4554 5529; www.museofotograficosimik.com

MUSEO DEL ACORDEÓN ANCONETANI: Martes y jueves, de 16 a 18.30. Guevara 490; tel. (54-11) 4553 9440.

fuente: diario.elmercurio.com

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