Libertadores eran las de antes
Jueves, 21 Febrero 2013 09:36

Libertadores eran las de antes
Ahora, con las nuevas costumbres, cada vez que tengo que escribir algo que tenga relación con el sentido común, con lo cotidiano, y por sobretodo, si el tema gira alrededor de historias populares de unos cuantos años atrás, tengo que tener mucho cuidado para no herir susceptibilidades de alguna minoría. Como buen librano, me gusta caminar por el justo medio y me atrevería a decir que no suelo andar jamás por los extremos, pero para contar las cosas como realmente fueron, tal vez roce lo indebido pero desde ya, digo que va con onda y sin el menor atisbo de ningún tipo de discriminación.
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por Sergio Antonio Herrera, @DelPDA en Twitter


La historia de las diarreas del Emelec me sonaron tan "de cuarta" que me costó creerlo cuando me enteré.

Cuando empecé a escuchar en alguna radio e inclusive en el Estadio que ese síntoma era por temor al compromiso me dije: "será posible que sigamos con eso?, ¿creyendo esas cosas?. En la cancha, luego se vería que los ecuatorianos estaban bárbaros que no tenían problemas y que fueron dificilísimos para el local.

Hay leyendas futboleras de estos pagos que aún hoy, siguen sosteniendo que nosotros siempre fuimos los guapos y que los argentinos (popularmente "porteños" aunque fueran provincianos) y los brasileros, sentían el rigor y cuando tenían que jugar contra los uruguayos, les pasaba lo mismo que a los ecuatorianos pero que no le echaban la culpa al cocinero, se escondían en la habitación para no quedar expuestos ante el resto de la delegación.

Durante muchos años seguimos creyendo en esas estupideces, mientras los argentinos y los brasileños ganaban y campeonaban y nosotros dábamos lástima.

Justamente lástima es lo que me inspiró el técnico argentino del Emelec, quien ya nos había padecido cuando dirigía a Bolivia y ahora, seguramente urdió una estrategia en la que se mediatizó la diarrea, no se aceptó reconocer el piso del Centenario ni una cena de camaradería, ambas propuestas de la Gerencia Deportiva de Peñarol.

¿Imaginan a este hombre dirigiendo algún equipo cuando la Libertadores era la de antes?

El día que a River Plate argentino lo bautizaron "Gallinas"


El 14 de mayo de 1966, en un partido normal, con una estadía normal del equipo argentino en Montevideo, Peñarol gana en el Centenario 2 a 0 la primera final de la Libertadores de ese año.

El 18 de mayo, cuatro días después se jugaba la segunda final en el Monumental de Núñez.

En la delegación aurinegra viajaba mi padre Gervasio Herrera, funcionario del club, que fue quien me contó su versión al regreso.

"Para ir desde el Hotel Alvear a Núñez no nos mandaron el ómnibus (en esa época se estilaba que el club local era el anfitrión y por lo tanto, se encargaba de proveer algunos servicios como el transporte), tuvimos que ir de apuro, como pudimos, en taxis y en remises, los cuales nos dejaron a unas cuantas cuadras de la puerta de entrada dado que era imposible llegar hasta cerca de la misma y es de imaginarse los roces con la hinchada cuando identificaban a las distintas figuras. Cuando llegamos, el vestuario no tenía luz eléctrica (habían bajado la llave) y los jugadores se vistieron como pudieron y no hubo masajes, ni calentamiento, salieron a la cancha a trompada limpia porque ya en el camino, la multitud de gente y de funcionarios policiales que por miles, desde dentro de la cancha los hostilizaban era notoria. Yo vi gran parte del partido desde la boca de uno de los túneles y en un determinado momento, me cayó al lado rozándome la cabeza, un rollo de máquina de calcular cerrado, lanzado desde lo alto de la tribuna. Si ese día no ganaba River nos mataban a todos. Cuando volvíamos al hotel (ahí si había llegado el bus), menos mal que con nosotros venían algunos muchachos de la barra de la platea, algún familiar de jugadores, como el hermano del Lito Silva y apenas paró el coche en la puerta del hotel y nos disponíamos a bajar, empezaron a salir desde atrás de los coches y de los árboles, decenas de hinchas de River que venían a "darles una paliza" a los jugadores ya que el tercer partido, la finalísima, se jugaba el 20 de mayo, apenas 48 horas después, en el Estadio Nacional de Santiago. Yo agarré el martillo con el que pongo los tapones (en esa época eran de cuero, como las suelas) a los zapatos de los muchachos y bajé a martillazo limpio. El Tito Goncálvez y el Chiquito Mazurkiewicz eran una máquina de dar trompadas y se cargaron a unos cuantos. Los hermanos Silva, espalda con espalda, fueron bajando macacos hasta entrar al hotel, el Negro Joya metió manos a diestra y siniestra y los muchachos de la barra, también metieron como locos. Aunque parezca mentira, ganamos nosotros la pelea y los últimos hinchas se fueron corriendo. La bronca que quedó en todo el grupo, creo que fue más importante que Carrizo la bajara con el pecho...".

Luego de ir perdiendo 2 a 0, con un "baile de novela", luego que el legendario Amadeo sobrara bajando una pelota llovida al área con el pecho, Peñarol empató y forzó el alargue para ganar finalmente 4 a 2. Desde aquel día, los boquenses bautizaron a sus "primos" como Gallinas.

Ir a la cancha de Independiente en Avellaneda, luego de dejar el bus con pasajeros como a diez cuadras y caminar esa distancia en medio de banderas, camisetas, gorros y mucho más, todo rojo, hacía pensar lo que pasaría si el camino de retorno se daba con una victoria. Lo mismo pasaba en el Estadio de Gremio en Porto Alegre, o en el viejo Defensores del Chaco, antigÜo Comuneros de Asunción.

Por eso, las cosas en su sitio, si bien ahora lo juegan mucho las mujeres, el fútbol nació, creció y se convirtió en el deporte número uno del mundo, practicado por hombres de verdad.

En la victoria o en la derrota, la mayoría de las veces, los jugadores disfrutaban unas y sufrían otras, con la satisfacción del deber cumplido dentro de la cancha, donde está la única verdad.

Las mariconadas mediáticas, son solamente eso.

Nos vemos.

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