La desmesura informativa en tiempos de peste
Martes, 02 Febrero 2021 18:29

La desmesura informativa en tiempos de peste

“…Uno de estos atajos mentales ligados al miedo y a la ansiedad es la “catastrofización”. Es una operación mental rápida que ante una situación ambigua tiende a asumir la opción negativa. Como el pensamiento elaborado es influenciado por nuestras experiencias y aprendizajes, no está exento de errores no intencionados. Por ejemplo, por haber vivido una serie de situaciones que pusieron en jaque la salud de personas próximas, creemos que esta pandemia actual será sumamente desgraciada para nosotros. Si nuestros sesgos catastrofizan, es posible que los estímulos que activan el sistema de peligro terminen siendo confirmados como tales por el pensamiento elaborado." Facundo Manes, El País, España 22/03/20.

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por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires (En la Provincia de Buenos Aires, la vacunación se ha convertido en una tarea militante remunerada, un modo de financiar campañas políticas fuera de tiempo y con dinero de los contribuyentes)

Saben nuestros lectores que desde que se conocieron los primeros números estadísticos de la “peste”, nuestra tarea fue la de mesurar la información, hacer comparaciones con datos, con otras “pestes”, y en mi opinión lo que se logró ha sido como escribió el Dr. Facundo Manes, “catastrofizar” la realidad produciendo en especial en Occidente una catástrofe cultural y económica cuyas consecuencias aún es imposible divisar.

Al día de hoy los contagios “peste” son de 103.377.424, el 0,013% del total de la población mundial estimada en 7.800.000.000; las muertes han sido de 2.236.454, el 0,02% de los contagiados, con relación a la población mundial debe ser 0,00003%.

Lo que no se informa es la variación que pudo haber tenido la tasa de mortalidad mundial, anual y promedio diario, en el año 2020 comparando con años anteriores, un dato realmente importante para saber dónde estamos parados.

El total de muertes ocurridas si las dividimos por 365 días, un año, nos daría un total de 6.127 muertes diarias en el mundo, el 0,038% de un total aproximado de 160.000.

Con estos pocos números quiero destacar como se ha “catastrofizado” esta peste y como los gobiernos han mostrado impericia en su gestión.

La prensa en general ha informado lo que ocurría y ha generado una emoción de miedo en la mayoría de la población mundial creando un sesgo de auto profecía cumplida. Es decir, anticipamos resultados que nos esforzamos para que se cumplieran, a la vez que generamos un despertar riesgoso de los “negacionismos” lo que nos generaliza en ese otro peligroso vicio de la sospecha o la necesidad de vivir en la desconfianza y en el ámbito de la mala fe. Convertimos al prójimo en supuesto agresor.

Esto nos lleva a que, sin ejercitar la virtud de la crítica, opinemos en base a la “epitetologia”, calificando o descalificando desde nuestros propios prejuicios.

Inma Ruiz Molinero, escribía en “El País”(12/10/2019) antes de la llegada de la “peste” “La rutina es la repetición mecánica de actos a fuerza de acostumbrarse a ellos”. La cuestión de la “peste” se ha convertido en un rutina, diría hasta impersonalmente agresiva, que ha pulverizado nuestros hábitos diarios de vida, incluyendo nuestras creencias culturales.

Hemos lesionado algo esencial que está en el ser humano que es su “sociabilidad”, pero el aislamiento, sea bajo forma de “cuarentena” o “distanciamiento preventivo” ha ido exactamente en la dirección contraria de la naturaleza humana. Ha sido una muy desgraciada decisión adoptada masivamente por muchos gobiernos, sin distinción alguna, y como medio infalible de prevención.

Ruiz Molinero también decía que, “…Además, la experiencia de muchos terapeutas cuando tratan a personas viudas es que lo que más extrañan son las rutinas compartidas. No echan de menos los grandes viajes y diversiones en pareja, sino los desayunos o las cenas en casa, la compra de los sábados juntos.”

El mundo vive una perversa “burbuja cultural” en la que impera una suerte de “vacío” o de “agujero negro” que incluso ideologiza la realidad.

Recientemente, Germán Cano, un profesor de filosofía de la Universidad de Alcalá de Henares creaba una suerte de relación de opuestos entre las teorías de la conspiración con las ideas liberales.

No pongo en duda la autoridad de la ciencia, pero lo que pongo en duda es una solapada intención de vaciar los contenidos culturales en nombre de la autoridad de la ciencia.

El vacío cultural, lo decía Ortega en la pasada década del 30, nos lleva al mundo de los “sabios bárbaros”, y en este caos de la “peste” hemos sido víctimas de dos tipos de “sabios bárbaros”, los científicos incultos que hicieron de la peste un mal absoluto y los “pseudocultos” que ponderan la realidad bajo el color de la sofistica.

La “peste” nos ha dañado a todos “nosotros”, la sociedad es un “nosotros” y nos hemos dejado impactar por no tener capacidad para distinguir entre la mesura y la desmesura.

Obvio, nos falta “cultura” para salir de esta encerrona. La cuestión no está en el cierre de fronteras, en la necesidad de un pasaporte sanitario, o en la de viajar con un médico por pasajero o turista para prevenir cualquier “contagio”, o en decir con absoluta liviandad “que el turismo no contagia”.

La cuestión está en saber cuidarnos, pero más que en los buenos hábitos de higiene personal, está en nuestra medida cultural y asumir que todos los seres humanos sin excepción somos mortales.

Pese a todos los males que siempre existieron, en cien años la población mundial pasó de mil quinientos millones a siete mil ochocientos millones, la expectativa de vida llega a los 70 años o más, hemos erradicado pestes y enfermedades, las muertes por partos, de madre e hijos, han disminuido a un mínimo casi absoluto, enfermedades incurables dañan menos que antaño.

Es cierto, aparecerán otras, habrá nuevas causas de muertes y la vida continuará entre esos dos extremos que son la alegría y la tristeza, el bien y el mal.

Esta es la normalidad o la valiosa rutina de la vida.

Lo demás queda para los anecdotarios marginales.

Portal de América

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