Los Estados ¿deben salvar a sus aerolíneas?
Jueves, 15 Octubre 2020 11:13

Los Estados ¿deben salvar a sus aerolíneas?

En este momento el debate gira en torno a Air Europa, que tiene una participación en el mercado español del 7%. Las preguntas son varias. ¿El estado español por medio de la SEPI debe aportar dinero a esa empresa, en su caso en qué condiciones, debe inmiscuirse en su administración, Bruselas aprobará una suma mayor a los € 250 millones?

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por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires (sin moneda, sin dólares y sin planes y un presidente contento porque dijo que tocamos fondo (sic))

Air Europa presenta una característica muy especial, su mayor capital es su personal y algunas fuentes dicen que ese sería el principal objetivo por parte de IAG (British, Iberia, Vueling, Air Lingus y Level) para comprar la empresa por una suma que se vincularía con sus pasivos, sin poner dinero extra.

Lo cierto que esta cuestión del rescate de las “aerolíneas” debería plantearse no tanto desde el punto de vista de su presencia en el mercado hasta la aparición de la “peste”, que parece ser que fue lo que tuvieron en cuenta los gobiernos de Alemania y Francia para justificar el rescate de Lufthansa y Air France respectivamente, sino más bien desde las perspectivas de la dimensión del mercado futuro.

La mayoría de las proyecciones hechas por supuestos “expertos” hasta la “peste”, planteaban un crecimiento desmesurado de los viajes aéreos y el turismo. Ahora lo hacen en sentido inverso, antes con sobrado optimismo, ahora con alegre pesimismo.

Alguna vez puse en duda las proyecciones “optimistas” por la sencilla razón que no coincidían con un crecimiento del empleo ni del nivel de remuneraciones, y se iniciaban además movimientos de protesta que iban desde el caso de los “chalecos amarillos” en Francia, hasta las protestas que registraba Chile.

En ese abanico de hechos la cuestión social comenzaba a ganar la calle, y cuando esto ocurre el crecimiento económico se frena y deteriora y se generaliza la desconfianza. Muchas economías reducían sus expectativas de crecimiento pre “covid 19.

Por otra parte, pienso que el mundo está en vísperas de reformas institucionales y debiéramos ir a sistemas de “gobernanza” en vez de la de “gobiernos tradicionales”.

La relación “mando-obediencia”, una de las claves de los sistemas políticos sean republicanos democráticos o autoritarios, está entrando en “crisis”. La gente ya no obedece cualquier “orden o decisión”, sino aquellas en las que participa en su formación. La representación política actual es insuficiente.

Expuestas lo más sencillamente posible, por esas razones ponía en duda los pronósticos de crecimiento. Estos cambios tendrán sus obvios costos.

Reconozco que no era fácil ser escuchado.

Sin embargo, fue la “peste” lo que nos desnudó y ahora cunde el desconcierto en el turismo y el transporte aéreo.

Una vez más insisto, no creo que los gobiernos deban destinar recursos que saldrán de la colocación de bonos y del uso de los ahorros de la gente para salvar aerolíneas sobredimensionadas a la espera de una recuperación que será larga.

Un hecho, París tendrá toque de queda hasta el primero de diciembre entre las 21.00 y las seis de la mañana. Otros países parece que se vuelven a cerrar y no se advierte una política común, si realmente creemos que la “peste” conforma una pandemia.

Debemos reconocer que para el tratamiento de la “peste” desapareció la globalización y cada país hizo lo que consideró oportuno o lo que pudo, y aún no es tiempo para saber quién lo hizo con más idoneidad.

Pienso que a los millones aportados por los diferentes estados a las líneas aéreas, se sumaran a los llamados “costos hundidos”, que en última instancia se financiarán con impuestos que obviamente influirán en una nueva contracción del gasto de las poblaciones.

El turismo como fuente de ingresos para unos y causa de gastos para otros, posiblemente deje de tener la importancia de los últimos años, y habrá que ir pensando en qué destino se le dará a esa monumental estructura que permitía atender a una cantidad de gente que duplicaba, cuando menos, a la población residente, casos que van desde países europeos hasta el caso de Uruguay.

Debemos dejar de lado eso que Carl Jung llamó “misoneísmo”. Debemos prepararnos para un cambio y evitar usar los términos “mejor” o “peor”, es otra realidad que exigirá otras ideas y nacerán nuevos servicios.

Obvio, la gente seguirá viajando y volando, pero serán muchos menos.

La tecnología influirá en el descenso del “turismo de negocios”. Varios empresarios me contaban que se agarraban la cabeza pensando en el dinero “tirado” en viajes superfluos, y ahora ven además las “corruptelas” que se escondían en los llamados “viajes de negocios” que incluían hasta hechos propios de la picaresca.

Por último, otro hecho que influirá en la baja de viajes es el costo y las limitaciones de los seguros de salud. En general para la gente común un seguro de salud por un tope de u$s 200 mil, tiene un costo de u$s 200 para una estadía en el exterior de 15 días y limitaciones para enfermedades  preexistentes. Obvio, esto será aún más limitante para todo ese segmento de más de sesenta años que se ubica en “zona de riesgo”.

Pienso que las únicas ayudas posibles para las empresas aéreas serían las mínimas necesarias para garantizar conectividades estratégicas, teniendo en cuenta que en Europa hay una red de trenes de alta velocidad que la facilita.

En la Argentina tenemos esa cuestión con un agravante, costos altos y mercados mínimos que por otra parte está fuera de las posibilidades de Aerolíneas Argentinas y sin medios alternativos.

Los costos del atraso y de los fracasos de la política...

Portal de América

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