El turismo y la amabilidad
Domingo, 23 Agosto 2020 18:32

El turismo y la amabilidad

Pienso que es imposible pensar el turismo, o mejor dicho al “turista”, sin pensar en la “amabilidad”, es decir con lo afable, con la complacencia, con el afecto y con la confianza. El “turista” cuando llega a un destino, se entrega, va porque confía, dicho de otro modo, cree en la buena fe del “destino huésped”. Sobre esto va lo que sigue.

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por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires (donde la cuarentena no es tal, es solo aislamiento, los gobernantes se enojan con la gente, nos encerramos en nuestros errores, defraudamos a nuestros acreedores por novena vez en menos de doscientos años y queremos recibir turistas…)

La verdad, la idea de escribir sobre esto la tuve luego de comenzar a leer un libro de Byung Chul Han que títuló “Hegel y el poder”, pero que más abajo dice “Un ensayo sobre la amabilidad”, y la idea parece ser que todo poder debe congregar, que su forma correcta de expresarse es la concordia, lo contrario de lo que ocurre en mi país.

El turista cuando viaja, mas allá de lo anecdótico de todo viaje, comprar en el “free shop”, traer “recuerdos” para regalar, contratar el seguro de salud y contar anécdotas del viaje, la mayoría de las veces exageradas, quien no ha caído en ese vicio venial; lo que busca es espiritualidad. Busca enamorarse de un destino, como yo lo estoy de Salzburgo. Busca sentir ese sentimiento de la primera vez, como me ocurre a mí cada vez que puedo visitar París. En cierto modo se podría decir que “hacer turismo es una forma de romanticismo”, es como percibirse a uno mismo, en un fantástico encuentro con lo diferente.

Vinicius escribió en uno de sus versos “que la vida es el arte del encuentro” y los judíos cuando saludan diciendo “Shalom”, expresan un triple encuentro de paz, con Dios, con la vida y con la naturaleza.

Cuando por ejemplo un destino convoca o invita invocando su respeto a la naturaleza, no hace “marketing” aunque un marketinero escriba el libreto, se está mostrando como es y busca en la gente, esa respuesta que se traduce en el “viaje”.

El viajero, me gusta más esa expresión que la de “turista” que me suena más a ser un “commoditie”, es una persona que sale a buscar, es como el educando que en definitiva quiere aprender, para saber buscar la “verdad”.

El “viajero” distingue el sonido del ruido. Recuerdo que una vez leí que los ciegos de nacimiento construyen su idea de lo bello y lo feo, a partir de la bella armonía del sonido y lo molesto del ruido.

El “turismo” no es “ruido”, es más bien “armonía”. El “viaje” es un sentimiento estético de uno mismo y Byung Chul Han dice el sentimiento estético, no es un sentimiento natural sino espiritual. Viajar no es un “objeto”, es un confundirse, un explayarse con el destino elegido, es la conformación de un “nosotros” y quizás una digestión espiritual, quizás hasta erótica.

En mis épocas de asiduo asistente al Florida Garden, solía conversar con un agente que trabajaba con el “turismo religioso”, en especial católico y judío, y me decía que siempre lo sorprendía el deseo de sus clientes para visitar el Vaticano y el El muro  de los lamentos.

Mientras escribo esta nota recordaba esas “charlas de café” y recién ahora quizás encuentre la respuesta que más que la fe religiosa, el motivo seguramente era y es un sentimiento estético espiritual, que no necesariamente tendría que ver con la religión, aunque se profese la fe.

Estas reflexiones me parece que deberían ser tenidas en cuenta para el futuro comercial del turismo.

Al margen de lo que experimente cada “viajero”, la pregunta que le interesa  a la actividad económico-comercial del turismo, es más prosaica, ¿cuánta gente viajará?.

Como lo pensamos muchos, la humanidad saldrá más pobre de esta crisis, y como lo hemos dicho antes en el PDA, menos dispendiosa. Habrá motivos de sobras para que la gente gaste menos y además priorice sus gastos, buscando más que satisfacciones materiales, darle respuestas satisfactorias a su alma o espíritu.

Me inclino a creer que habrá una revaloración del “tiempo libre” o del “ocio” como alimento espiritual.

Por eso antes hablaba de la ingesta espiritual o “hambre del alma” como una posible causa para viajar. Aunque parezca mentira, una cosa es gastar en comprar o consumir, y otra muy diferente es cuando se piensa en una satisfacción espiritual.

Esta pandemia, que para mí  no fue, pienso que va a tener efectos en todo aquello que tiene que ver con el “vivir”. El “ser” tendrá mucho más valor que el “tener” como lo explico hace años Erich From al decir que había que superar la “cosidad” o “…para emplear una expresión técnica esa “reificación” del hombre; superar el concepto de cosa referido a nosotros mismos y a los demás; superar nuestra indiferencia, nuestra alienación de otros, de la naturaleza, de nosotros mismos….”.Sin perjuicio de ello, el hombre, debía alcanzar otra vez un nuevo sentido de “yoidad”, de ser propio, de una experiencia del “yo soy”.

Como corolario debemos recuperar la vocación por la “creatividad”, debemos dejar de lado el “misoneísmo”, el temor a lo nuevo o lo diferente.

Hago un paréntesis, precisamente la materia prima del “populismo” es el temor a las diferencias, por eso hay un solo pueblo que es el pueblo obediente, que llamaríamos “militante“, que configura “el bien”, los otros somos el pueblo “malo” o el “mal”. El “populismo” es enemigo de la creatividad y de la diferencia

Retomo, la “creatividad” de la que nos hablaba From tiene que ver con la aptitud para crear y ello debemos percatarnos de lo que es la vida, y que saber vivir es saber ser creativo cada segundo.

Hubert Reeves es un científico de la astronomía que se tomó el trabajo de reducir la vida de nuestro planeta a 24 horas, y en esa ecuación un minuto equivale a tres millones de años, pues bien, la vida como tal habría comenzado hace sólo dos minutos…

Este buen sofisma, admitan el oximorón, me hizo ver que la vida de cada uno de nosotros, vista en la perspectiva de esa ecuación, sería algo asi como una diez milésima del tiempo que demora un parpadeo.

En esa inmensidad y a la vez brevedad transcurre nuestra vida, y creo que vale la pena recuperar su sentido, es necesario que nos percatemos de lo difícil y sublime que es el oficio de vivir la vida.

Hablaré de los viajes, no del turismo. Ahora para viajar necesitamos propuestas creativas y diferentes, por eso buscaría más asesoramiento en los buenos filósofos, que en los mejores marketineros… La gente no viajará por precio ni por oportunidad.

Con esto quiero decir que el “turismo” necesitará nuevas respuestas, más creativas y menos materiales.

¿Otro oxímoron….?

No lo se, pero esta no es un nota Apodíctica, más bien es “asertiva”

Portal de América

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