por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires
Desde que “Guillo, para los íntimos”, anunció la revolución de los aviones, nosotros fuimos críticos, ya que no lo considerábamos prioridad, y por otra parte veíamos serias limitaciones al crecimiento del mercado del transporte aéreo, no solo en lo inmediato sino en lo mediato.
Nuestros lectores son testigos de nuestra vana prédica que sustentábamos en análisis profesionales de la realidad argentina.
Nuestra idea, incluso la que tratamos de promover desde una humilde posición en la Secretaría de planificación del transporte, era la de primero reformar la legislación aeronáutica para adecuarla a la “altura del tiempo”, nunca mejor usada la expresión de Ortega y Gasset, en simultñaneo intentar reformar Aerolíneas Argentinas desde el sistema de gestión gerencial, incorporando a representantes del personal y crear una nueva cultura en el sector que parecería sólo se puede hacer desde la empresa estatal. Los que encaren su gerenciamiento sin tener en cuenta esto fracasarán fatal y estrepitosamente, como viene ocurriendo.
Hay personas que nos consultaron y menoscabaron nuestra opinión cuando le hacíamos tres observaciones fundamentales.
La primera, que el marco económico del país era muy inestable ya que funcionaba formalmente de modo razonable mientras el país tuviera capacidad de endeudamiento para financiar gastos corrientes, lo que era una pésima política que faltamente fracasaría. Lo que no podíamos prever que iba a ser tan rápido.
Fuimos excesivamente prudentes. Nosotros pensábamos que la cosa estallaría a fines de este año o principios del 19.
La segunda era que la situación social es muy inestable, ya que si bien la pobreza estadísticamente se ubicaba en un 30% de la población, en mi opinión era mucho mayor si tenemos en cuenta el nivel de ingresos y la economía marginal. Este era una limitante muy seria a la hora de planificar, cuestión esencial en el transporte aéreo ya que se debe programar sobre la realidad económica de una sociedad. Mi conclusión era, hay potencial para el mercado aéreo, pero condicionado a que la economía del país entre de una buena vez en cauces razonables y previsibles. El potencial del mercado es muy mediato, no menos de cinco años para que se comiencen a advertir los cambios de fondo.
Y la última observación fundamental era que nuestro mercado era muy reducido, con una recurrencia de alrededor de 3,5 según me informó gente de Aerolíneas Argentinas, de modo que una mayor cantidad de participantes podía incrementar levemente el mercado en una primera época, mientras se mantuviere la estabilidad del dólar atrasado, que habría desvíos de pasajeros hacia las oportunidades o promociones, y además que el estado subsidiaba a Aerolíneas Argentinas/Austral.
Estas tres observaciones nos llevaban a decirles, salvo que vuestro proyecto tenga espaldas muy grandes, si lo pone en práctica en lo inmediato, terminará mal.
Pues bien, viene a cuento el comentario del copete tomado del portal de nuestro respetado Santiago Garcia Rua y algunos diálogos tenidos personalmente con Alejo Marcigliano.
Para Aerolíneas Argentinas, la verdad que para Luis Malvido, debe ser su peor “malmomento”, ya que sólo un aporte mínimo de u$s 200 millones podría poner un parche a la situación de una empresa que cada vez luce como más inviable, que acumula costos hundidos incontables, que compite deslealmente ya que cuenta con subsidios y un sector gremial dispuesto a morir por la vieja cultura aeronáutica y económica, con algún ingrediente “K” por si todo eso fuera poco.
En realidad, no es que los mercados sean banales, lo que pasa es que en la Argentina nadie los sabe leer y por tanto lucen como traviesos.
El otro día en un encuentro casual una persona del mercado del transporte aéreo y del turismo me decía “quién se hubiera imaginado que esto iba a pasar…., no se puede confiar en los mercados”.
Le respondí con simpleza, primero hay que ver aunque sea cada tanto los números del INDEC, luego saber leerlos y tercero pensar un poco.
Esto último parecería prohibido en la Argentina, quizás por aquello de Julio Cesar en la obra de Shakespeare: “piensa demasiado, hombres asi son peligrosos”, por Casio. Luego decía “Lee mucho, es gran observador, y penetra perfectamente las acciones de los hombres”.
Parecería escrito para la Argentina, donde pensar es grave pecado, nos refugiamos en los epítetos y el voluntarismo.
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