por Luis alejandro Rizzi, desde Buenos Aires
Las patotas son grupos integrados de personas cuyo objetivo es el de provocar e injuriar desde una situación ventajosa a seres indefensos, generar desmanes y ataques a bienes públicos y privados y abusar de los más débiles.
Podríamos decir que en la Argentina, no solo es patotero el sindicalismo, como lo dijo con su proverbial superficialidad, como si le estuviera hablando a sus íntimos, este fatuo GCE (Gente como ellos) que es Guillermo “guillo” Dietrich.
En la Argentina, mérito del Kirchnerkristinismo”, el patoterismo se ha convertido en una suerte de “bien incultural” de nuestra cultura, que en el gobierno asume la forma de la “soberbia sin causa”.
Podríamos decir que el ministro Dietrich patotea el derecho cuando no hace respetar el art. 99 del Código aeronáutico que establece el principio de la propiedad sustancial, cuando no respeta la ley 19030 que fija principios de política aérea, que mal que le guste debe respetar y aplicar; que haya eliminado un poco el límite mínimo de las tarifas aéreas, pero no del todo; que no haya propuesto la derogación o actualización de esa legislación vetusta; que no haya propuesto que todos los servicios de transporte público se consideren servicios esenciales y se fije los servicios mínimos que se deberán prestar en caso de la ejecución de medidas de fuerza legitimas dispuestas de acuerdo a procedimientos legales; que no haya propuesto la necesidad de legislar sistemas de arbitraje obligatorio para conflictos que afecten servicios esenciales e indispensables de transporte para la gente que muchas veces son interrumpidos o suspendidos por la sola voluntad de un mero delegado o puntero gremial.
El Ministro tampoco ha fomentado una política de formación y diálogo gremial a fin de generar un cambio cultural tanto en la gestión empresarial del estado como para la formación de decisiones de impacto general como modo de fortalecer la responsabilidad personal de las personas.
Este Ministro en cierto modo fomenta una suerte de “patoterismo soberbio”, creyéndose un excelente representante de la gestión pública y una suerte de líder de esta segunda revolución de los aviones, la primera fue en la década del 90 que, en cierto modo terminó en tragedia y como comienza el 18 Brumario de Luis Bonaparte, la de “guillo” suena más a farsa que a otra cosa.
Pero “guillo”, un ministro de adorno, sigue avanzando por esa resbalosa y luminosa alfombra de zalamerías, una suerte de vitrina, sin tener en cuenta que como dice la letra de esta milonga de Adrián Abonizio, “…las mujeres que son de adorno se caen de la vitrina…” los ministros también, podríamos agregar.
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