por Marta Sader, Condé Nast Traveler
Reconozcámoslo: estos últimos meses, el turismo ha adquirido lo que se podría clasificar como ‘mala prensa’. Diversas protestas en ciudades españolas se han dirigido contra la mala gestión, por parte de las autoridades, del exceso de viajeros, poniendo el dedo en la llaga de una tensa realidad en nuestro país.
Se trata de un mal con el que ya llevan años intentando luchar en lugares como Venecia, triste icono del overtourism, o turismo masivo. Para paliarlo, la urbe ha llevado a cabo diversas estrategias, como la de cobrar una tasa a quienes pernoctan en la ciudad y otra a quienes solo pasan el día allí.
Ahora, es Italia al completo la que planea poner en marcha un plan similar. No es de extrañar, pues el país batió en 2023 su récord histórico de turistas, con más de 134 millones de llegadas y 451 millones de pernoctaciones. Son valores que, incluso, superan los niveles prepandemia, lo que ha generado una inusitada presión sobre los servicios de ciudades especialmente turísticas, como Roma, Florencia y, evidentemente, Venecia.
El barrio medieval de Trastevere en Roma, Italia. Alamy
Según el plan, los visitantes que se alojen en habitaciones con un precio superior a 750 euros por noche podrían tener que pagar un impuesto máximo de 25 euros. Para habitaciones con un precio que ronde entre 750 y los 400 euros, se pagarán 15 euros; en las que cuesten entre 400 euros y 100, se abonarán diez euros, y por habitaciones con un precio inferior a 100 euros, la tasa alcanzará tan solo los cinco euros.
Con estos impuestos se pretende mejorar los servicios municipales y la propia apariencia de las ciudades, pues mucho turismo significa, por lo general, mucha basura. Así, gracias a estas cantidades, se mejorarán, sobre todo, las prestaciones urbanas de limpieza.
No obstante, las medidas aún no han entrado en vigor. El Ministerio de Turismo de Italia planea discutir la propuesta fiscal y las posibles modificaciones a la misma con representantes de la industria turística durante las próximas semanas, aunque ya hay quien se muestra reacio a la propuesta.
Manarola, Parque Nacional de las Cinco Tierras, Italia, una de las zonas más visitadas. Alamy
En una declaración oficial, la Federación Nacional de la Industria de Viajes y Turismo de Italia ha afirmado que le preocupa no solo la bajada en competitividad que estas tasas puedan significar (pues los viajeros podrían optar por destinos que no las tuvieran), sino también su ejecución global. “También se aplicaría a lugares menos turísticos, contradiciendo los esfuerzos de los operadores y administraciones locales en los últimos años por una mejor distribución y desestacionalización de los flujos en las zonas internas”, explican los responsables del organismo.
El debate está servido, y, como ocurre cada vez que se discuten medidas que afectan al turismo en lugares cuyo PIB depende en gran medida de ello, como Italia o España, no será fácil llegar a un acuerdo. Sin embargo, este tipo de proposiciones (a las que se unen otras de gran calado, como la posible prohibición de Ámsterdam de aceptar cruceros en sus puertos) evidencian un cambio histórico en la manera en la que los países pretenden manejar el turismo.
Así, a las protestas de los vecinos se unen declaraciones oficiales como las del alcalde de Atenas, que afirmó el pasado julio que el turismo en la ciudad no es factible, pues cada visitante aporta solo 0,40 euros a la economía nacional. “Necesitamos encontrar una manera de hacer viable el turismo”, añadió, en lo que es ya un clamor global.
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