por  Jorge Guasp

Los coches son máquinas formidables. Pero su uso depende, al menos por ahora, de la explotación del petróleo. Y su empleo genera a su vez contaminación, ruido, embotellamientos, etc. La tecnología actual de coches eléctricos e híbridos constituye una alternativa más ecológica; pero su empleo aún es limitado.

Esta introducción viene a cuento, en realidad, para hablar de vehículos más ecológicos, y que también han sufrido una transformación tecnológica en los últimos años: las bicicletas. Las bicis de montaña, a mi juicio una original invención, son vehículos que permiten sortear pendientes pronunciadas, superficies irregulares y resbaladizas, y cursos de agua. Y cuando el terreno impide el tránsito sobre la bicicleta, la misma puede transportarse fácilmente sobre el hombro, utilizando las piernas para franquear la parte intransitable del terreno.

Es obvio que el tránsito de las bicis de montaña también genera efectos negativos sobre el ambiente, en especial erosión en el suelo. Sin embargo, la evolución tecnológica ha contribuido a disminuir ese aspecto negativo. Las bicicletas son cada vez más livianas y estables. Esto hace que su control sobre el terreno sea más efectivo, evitando los movimientos que provocan la erosión del suelo.

Las gamas de cambios de marcha, cada vez más amplias, permiten encontrar un ritmo de pedaleo óptimo, que asegura el ascenso con mínimo esfuerzo y un máximo control de tracción. Los neumáticos contribuyen a optimizar el contacto con el suelo. La suspensión evita que la rueda delantera se despegue del piso, mejorando así el control durante el descenso y los virajes. Y como si esto fuera poco, los frenos a disco con mando hidráulico detienen la bicicleta en escasa distancia, y permiten un frenado suave y gradual, que evita el bloqueo de las ruedas, y sus consecuencias negativas (accidentes y erosión del suelo).

En resumen, la combinación entre tecnología y naturaleza (que provee el sustrato sobre el cual desarrollar el ciclismo), permite hacer turismo en sendas y caminos sin provocar mayores perjuicios. Queda por analizar, obviamente, el tema de la responsabilidad en el uso de las bicicletas, es decir, por dónde circular y de qué modo…

Como nuestra mente, las bicicletas no son buenas ni malas en sí mismas: depende del uso que hagamos de ellas. Pertenecen al mundo “artificial” al que hacía referencia, pero están concebidas para ser utilizadas en el mundo “natural”. Y dado que somos nosotros quienes las usamos, la posibilidad de conciliar ambos mundos está en nuestras manos.

Portal de América - Fuente: www.boletin-turistico.com