por Fernando Urrea

Quienes sí intentan colgarse medallas y transmitir optimismo incluso por encima de lo razonable son las autoridades gobernantes. El ministro Sebastián auguró en primavera que este sería uno de los cuatro mejores años en la historia del turismo en España y parece que los datos del primer semestre confirman las tan optimistas previsiones. Es normal que lo magnifique.

Pero que haya empresarios dirigentes, como Maciñeiras, que diga públicamente que esta temporada está rompiendo positivamente todas las expectativas, no suele ser normal. También han confirmado la bondad del año turístico grandes hoteleros, lo que cambia un poco el panorama, porque las cosas son como son y parece una vieja práctica esa estrategia de negar, minusvalorar o relativizar buenas perspectivas y resultados por no se sabe qué extraña estrategia por asuntos fiscales, laborales, de ayudas o subvenciones oficiales, quizá también por cuestiones societarias.

En cualquier caso conviene agradecer que por fin, después de tres años, alguna voz empresarial se eleve del guirigay político y transmita no ya un mensaje optimista sino una realidad palpable: el turismo está salvando los muebles, el turismo va muy bien, el turismo es la principal catapulta para salir del pozo. Y que se le respete y se le agradezca.

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