por Raúl Huerta, desde Palma de Mallorca
Que una empresa del tamaño de la británica pierda un 28,4 por ciento de su capitalización bursátil en una sola jornada no es algo que pase todos los días. Por poner un ejemplo, Tepco, la empresa operadora de la planta nuclear de Fukushima, registró una caída en la bolsa de Tokio tras el tsunami del 23%, siete puntos menos que la caída sufrida hoy por el grupo turístico.
La causa es este desplome es que la empresa anunció ayer que habían subestimado el impacto de la inestabilidad política en el norte de África y las condiciones comerciales difíciles en el Reino Unido por lo que no cumplirían sus previsiones de beneficios. Pero, en teoría, esto no debería suponer un drama ya que la diferencia respecto al año pasado en el último trimestre es de unos 5 millones de euros, nada del otro mundo. ¿O si?
Las bases del sector turístico poco tienen que ver con las que sentó el fundador del grupo, lógico por la diferencia en el tiempo, pero es que tampoco tiene mucho que ver con las que había hace sólo cuatro años cuando Thomas Cook se fusionó con MyTravel Group, creando un gigante turístico… con pies de barro. Esta fusión llegó poco antes de la crisis y del aumento de la competencia. Internet come terreno día a día a las agencias de toda la vida, las aerolíneas ‘low cost’ a las compañías tradicionales y, ahora, además, llegan los portales de ofertas chollo, veáse Groupon, Groupalia, etc. para hacer más difícil la lucha. Por eso las cuentas no salen en Thomas Cook y ese nerviosismo se ha trasladado hoy al parqué de la bolsa de Londres, donde el grupo se ha dejado más de 347 millones.
Hoy bien podría ser el comienzo del fin de una era, la de los grandes y mastodónticos touroperadores que todo lo acaparan y que todo lo deciden. Tui y Thomas Cook, los emblemas de esa era, no desaparecerán, ni mucho menos, pero se deberán transformar ya que hasta ahora no han sabido hacerlo. Se tendrán que volver a ganar su sitio en un mundo en el que los hoteleros y los turistas ya no se casan con nadie. En la bolsa de Londres lo saben, de ahí el desplome.
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