por Daniel Labruna

No es un tema nuevo, por el contrario, las relaciones aeronáuticas con la Argentina siempre tuvieron sus vaivenes desde tiempos inmemoriales, y al Uruguay en una posición eminentemente restrictiva y conservadora hasta llegar al absurdo.

En verdad, la Argentina, más allá de la situación coyuntural actual en esta materia, al Uruguay le ha tenido en general mucha paciencia y ha ofrecido más de lo que ha recibido.

Hoy la materia de política aeronáutica ha pasado a integrar un elenco de temas que el gobierno de Cristina Fernández considera estratégicos, y complica su tratamiento en los ámbitos correspondientes.

Cabe recordar que si Pluna aterrizó por primera vez en Europa fue gracias a Aerolíneas Argentinas por los motivos que fueran y que no vienen al caso ahora comentar. Le dio en arriendo una aeronave y capacitó al personal para realizar con éxito el vuelo transatlántico con un Boeing 707 durante la administración estatal.

Es más, cabe recordar que la Argentina le ofreció al Uruguay hace ya muchos años atrás tráfico de cabotaje, mucho más de lo que hoy pretende Pluna. ¡Sí! ¡Le ofreció tráfico de cabotaje a lo que el Uruguay le dijo que NO!

La negativa actual del gobierno argentino en no conceder derechos amparados en el Convenio de Fortaleza, no es más que una posición política y por tanto negociable.

Razones varias, hasta casi anecdóticas, pero quizá la inconfesable razón de la negativa argentina de autorizar a Pluna a volar más destinos internos, en última instancia pasa sustancialmente por la existencia misma y consolidación de Montevideo como un centro de distribución de tráfico de la aerolínea uruguaya a menos de 200 millas náuticas de las costas de Buenos Aires, y la importancia que le ha dado el gobierno uruguayo al proyecto y su compromiso financiero con él. Material suficiente como para impedir un desarrollo sustancial sin obtener nada a cambio.

La situación aeronáutica en el Río de la Plata ha cambiado y han surgido nuevas amenazas a las que el gobierno argentino pretende hacerle frente mostrándose restrictivo a las apetencias del gobierno nacional.

Es evidente que no quieren sellar en vuelos de Pluna pasaportes brasileros en Mendoza o Bariloche o en Chascomús. No quieren que se incremente el desvío de tráfico de tercera y cuarta libertad del aire con el Brasil por Montevideo. Ahí está el meollo de la cuestión, y no tanto en el Convenio de Fortaleza o en la interpretación que haga y sostenga del mismo la autoridad aeronáutica argentina. No pasa por un tema técnico sino político.

Un centro de distribución de tráfico dinámico en Montevideo atenta y perturba los intereses de Aerolíneas Argentinas, y concomitantemente con ello al gobierno argentino que ha invertido ingentes e importantes cifras en dólares para mantenerla volando y renovar su flota. Máxime si Pluna pretende explotar más vuelos a las ciudades del interior de la Argentina que inevitablemente conectarán con vuelos procedentes de Brasil y Paraguay.

Sabiendo de qué se trata, del qué y el cómo negociar, siempre hay tiempo y motivos para sentarse a la mesa con una estrategia clara y precisa.

Portal de América - fuente: www.diarioenfoques.com