por Lluis Mesalles
Aproveché la posibilidad de asistir a la ITB, una de las ferias de turismo internacional más grandes del mundo, para revisitar ese país, refrescar mis recuerdos, y tratar de recuperar un poco de mi oxidado alemán.
Mi vuelo pasó por Munich, donde hicimos cambio de avión y cambio de empresa. Allí empezaron las maravillas. En la sala de transito café gratuito de libre servicio, con todas sus posibles opciones. También periódicos gratuitos, de varios países y en varios idiomas. Todo impoluto y muy atractivo. Personal de limpieza en vehículos eléctricos, revisando todo, reponiendo en función del momento y de la demanda, y repasando la limpieza de lo más limpio.
Llegado a Berlín, todo parecía fácil y bien organizado. Desde el aeropuerto, un bus gratuito hasta la feria, bien señalizado, y con un conductor profesional, ágil y correcto. La feria ITB, gigantesca y con un diseño laberíntico de muchos niveles, pasillos y ascensores, en una gran extensión de terreno. Un centro de convenciones y reuniones perfectamente diseñado, con amplia capacidad para encuentros de todos los tamaños. Grandes stands de todos los países y destinos imaginables. Todo el mundo al acecho para captar el potente mercado alemán.
En Berlín, las calles no se barren, se cepillan. Todas las mañanas el personal de limpieza compite con los cientos de apresurados ciclistas en la toma de las calles y aceras para cumplir con su encomienda. Es apreciable el número de bicicletas que transitan por toda la ciudad. En las aceras hay cantidad de puntos de estacionamiento donde encadenarlas, así como en los patios de los edificios. Incluso en el metro se puede llevar la bicicleta, sin causar extrañeza.
Tuvimos una huelga de ferrocarriles el segundo día de la feria. Con toda consideración, los huelguistas se limitaron al horario de 4.00 a 10.00, hora en que abría la feria. Poca incidencia, para muchos paso casi desapercibida. Si acaso un poco de atasco en las calles por la reducción del transporte publico.
Me lleve una impresión muy favorable. El trabajo es un honor, la profesionalidad motivo de orgullo. No se considera un castigo personal o una desgracia como en otros países. Todo el mundo va a lo suyo, sin entrometerse con los demás. El trabajo se cumple con eficiencia, ya que todos saben lo que se espera de ellos, se organizan bien, tienen todas las herramientas, cumplen con los horarios y cuando tienen que trabajar, trabajan.
Como decía un amigo: Así cualquiera tendría éxito.
fuente: boletin-turistico.com