por Jaime Amador

Cataluña, Baleares y Andalucía optaron por modificar el modelo europeo, dando más puntos a algunos aspectos que consideran más importantes. La decisión de modificar el modelo ha sido criticada por algunos hoteleros, puesto que genera diferencias entre España y los países de procedencia de los turistas, las cuales pueden afectar a nuestra comercialización. El resto de las autonomías aún no ha adoptado postura alguna al respecto, pero no sería de extrañar que también idearan una fórmula diferente para cada una.

La cuestión parece un tema menor, pero no lo es. No lo es porque observen ustedes la situación: quince países de Europa aceptan el criterio único, pero España no sólo no lo acepta, sino que adopta la decisión de que cada autonomía lo va a modificar a su gusto, con los argumentos que crea oportuno. Esta postura concuerda con lo que viene ocurriendo en otras áreas del sector turístico: un hotel en un lugar tiene que tener tantos metros de zona verde por habitación, pero a pocos kilómetros basta con la mitad. O sea que mientras Europa avanza hacia la unificación, nuestros diecisiete estadistas encuentran que las normas internacionales no se ajustan a nuestra particular idiosincrasia y, por ello, organizan un galimatías que convierte a este país en un laberinto inescrutable.

La suma de particularidades regionales afecta a todo lo que tiene que ver con la restauración, los horarios, el urbanismo hoteleros, la numeración de las carreteras, la regulación de la operación, la promoción del turismo y, como ven, también a las estrellas que tienen los hoteles. En este país muchos deberían dejar de mirarse al ombligo y viajar un poco más, para no hacer el ridículo con tanto empeño.

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