por Fernando Urrea

Ha pasado con aerolíneas –que se lo digan a la IATA–, con los hoteles, y con los touroperadores. Ha habido palabras fuertes entre grupos de gestión y grandes redes –más los primeros, lógico por su tamaño–, incluso con las agencias online y hasta con los ‘outlets’. Y ahora con los cruceros, después de calmarse algo las aguas tras el veto de Ceus a Pullmantur.

La sombra de la venta directa ya no es tan intensa como pareció hace más de un año, al estar claro que este canal, al menos a corto plazo, seguirá siendo marginal, aunque crezca con lentitud y regularidad. Este año la mezcla del accidente del Concordia y la coyuntura han llevado a un año complejo al sector, y esas novedades han acabado trasladándose a las agencias.

Lo del Concordia provocó que el periodo más intenso de venta anticipada quedase reducido respecto a otros años debido a la retirada de las campañas publicitarias en las semanas clave. Las navieras tuvieron que lidiar como ningún año con la ‘última hora´, y ahí se acrecentó la polémica sobre los precios.

Los agentes de viajes exigen claridad en las tarifas, como expuso el nuevo director de Halcón Viajes, mientras desde los cruceros se pide más formación sobre el producto, y desde Pullmantur se reclama “autocrítica” a su competencia por la guerra de precios. Eso fue lo dicho públicamente, porque el malestar es mayor y por más motivos. Pero es una relación en la que todos ganan, y todos deberían pensar más a largo plazo.

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