Hace algunos años, cuando nuestros hijos eran pequeños, teníamos la costumbre de viajar a Brasil en nuestro coche. Para quien disfruta haciendo turismo, viajar en familia en el propio automóvil, es uno de los placeres positivamente certificados. El "¿papá falta mucho?" lo han vivido todos quienes eligieron este sistema y más que vivirlo, lo tienen atesorado hoy, aún en el recuerdo de horas, de días muy felices que se añoran de modo permanente.

Cuando las rutas que nos unen con los principales destinos turísticos brasileños comenzaron a ponerse peligrosas y abundaban las noticias de asaltos a ómnibus de turismo y a coches particulares, tuvimos que resignar esa práctica, que además de disfrutable, era económicamente muy potable.

Que nosotros y que unos cuantos uruguayos más hayamos dejado de ir a Brasil en auto, a las estadísticas del turismo brasileño no les quita ni una coma en sus resultados pero, si la obligada ruta de acceso terrestre del mercado principal que tenemos para nuestro destino turístico se torna peligrosa y por ende, desestimula el tráfico, el agujero que se puede producir en las estadísticas de nuestro turismo receptivo puede llegar a convertirse en algo inconmensurable.

Creemos que aún se está a tiempo de dar la batalla y matar el germen de un mal mayor.

Para hacerlo hay que ser efectivos e implacables.

La advertencia por la vía de la comparación

Ya hemos utilizado en el pasado este argumento pero creemos que su reiteración es oportuna.

La inseguridad para el turista que nos visita, para ese cliente que permite que vayamos juntando dólar sobre dólar y generemos el colchón imprescindible para atender todas las demandas adminsitrativas del gobierno de turno, es lo mismo que la aftosa para la otra industria importante de nuestra economía como es la ganadería.

Y aquí volvemos a insistir con el rol de la comunicación en el turismo y a reiterar que el turismo es la industria o actividad desconocida.

Hace falta que se ponga sobre la mesa, de modo urgente este problema y se ataque desde la raíz. Debemos generar conciencia de modo fulminante para que el flagelo de la inseguridad no se instale en nuestra rutas (obviamente no solamente en las de acceso desde la Argentina) y de ese modo asegurarnos que el negocio del turismo sigue vivo.

La ruta 1 (y la 3) no solamente no debe generar miedo o inseguridad, debería ganar en credibilidad y en servicios. Sería buena cosa una vez más darse una vueltita por Chile y traer información estadística y ¿por qué no?,  fotografías de los Pronto Copec, esos paradores espectaculares que hacen mucho más grato el tránsito por carretera.

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