Iniciamos este espacio con las declaraciones efectuadas esta mañana al PDA por el Presidente de la Cámara Uruguaya de Turismo, Luis Borsari, quien a la vez anunció que en el correr de la jornada, llegará a nuestra redacción un informe pormenorizado de todo lo actuado en la Liga de Punta del Este en el marco de la Primera Reunión Abierta de la CAMTUR, el cual incluiremos en la nota publicada en el espacio Clase PDA, Primera reuniión abierta de la Cámara de Turismo en Punta del Este.

A fines de los 70 y principios de los 80, en esta parte del mundo se vivieron épocas muy singulares.

Las condicionantes imperantes del mercado, el cual no pregunta signo ni color de los gobiernos de turno, hicieron que en esa coyuntura los ciudadanos rioplatenses si bien soportaban gobiernos dictatoriales, gozaran de facilidades increíbles para viajar al exterior con un peso fuerte, el cual les permitía acceder a dólares con un precio ridículo y de esa forma, instalar en los diferentes destinos lo que se convertiría en frase legendaria, porque muchas veces era tan barato el producto que iban a comprar que impensadamente les brotaba la expresión "dame dos".

Por esas épocas nos tocó acompañar un grupo a Miami y Orlando y por razones laborales debíamos anticipar el regreso. Cuando nos presentamos a hacer el check in para el vuelo que nos traería a Montevideo, vimos escenas que nos quedaron marcadas en la memoria para siempre.

El vuelo partía a medianoche y avisados de la situación que se repetía a diario, nos presentamos con una anticipación inusual de cuatro horas con nuestro pasaje de Tour Conductor, el que al menos en esas épocas, cumplido el 50% del recorrido, se convertía en un ticket regular y no era necesario viajar con el grupo, su titular podía viajar solo, tal nuestro caso.

El funcionario que nos atendió comenzó poniendo trabas afirmando que no podíamos embarcar sin el grupo; llamamos al coordinador del turno quien le ordenó que nos embarcase pero no nos salvamos del plantón y estuvimos no menos de dos horas esperando que el señor se dignase a embarcarnos.

Eran días en que sobre los counters, se colocaba un plano del avión y se iban asignando los asientos a medida que se presentaban los pasajeros.

Dentro de la desesperación que nos invadía al ver desaparecer los asientos como agua,veíamos llegar familias enteras, fundamentalmente de argentinos, como si fueran escenas de un film de dibujos animados, "tapados" de maletas, bolsos, paquetes, cajas y casi invariablemente todos, pagaban exceso de equipaje sin la más mínima protesta.

Cuando al funcionario se le ocurrió atendernos, fuimos despachados y ya en el avión, tuvimos la misma sensación que se siente cuando se aborda un ómnibus de transporte urbano a las siete de la tarde en la capital, de tan repleto que estaba el espacio de la cabina.

Dicen las malas lenguas que por esas fechas, "se vendían" los asientos en el check in a 50 dólares cada uno.