por Sergio Antonio Herrera, @DelPDA en Twitter

Ví a Cole Porter cantar, sentado al piano y en determinado momento, viajé más en el tiempo estuve en el Moulin Rouge y en Maxim´s, en plena Belle Époque y me crucé con Gauguin.

Pero durante el día, maravillé mis ojos con La Ópera, el Sacré Coeur y los increíbles Jardines del Palacio de Versalles y me pregunté porque las sillas, en la vereda, de los coquetos bares y restaurantes, están siempre orientadas hacia la calle.

Por un buen rato me sentí Owen Wilson y como nunca, admiré a Woody Allen, no me pasaba eso desde Bananas.

Para sentir todo esto que les cuento, bastó que llegase a un cine de Portones y con el infaltable maní con chocolate en caja, entre mis manos, me haya dispuesto a disfrutar Medianoche en París, del genial norteamericano.

Es obligación ver esta película, para quienes conocen París y mucho más para quienes no pisaron nunca sus legendarias calles.

Es una experiencia increíble que nadie debería perderse.

Nos vemos.

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