por Ricardo Montenegro, desde Colonia del Sacramento

El mismo día Lescano dijo o se supo que declaró antes, que la política Argentina le estaba haciendo daño a Uruguay.

El martes, lo echaron y el miércoles armaron una despedida nunca vista a un ministro en desgracia, sólo para justificar el dislate y que al “compañero” lo tendremos pronto representándonos en el extranjero. Esto es que iría a una embajada, la que sería Chile, porque también armaron el verso de que allí hay una importante participación de la Democracia Cristiana en el arco opositor. Otro múltiple error: 1) el mismo día del despido formal para que asuma la subsecretaria Kechichián, le otorgan lo que siempre llamaron “premio consuelo”, 2) vamos a llegar a los veinte embajadores políticos diseminados por ahí y 3) ya le decimos a los chilenos que le vamos a mandar a un hombre alineado con la oposición. ¿Aceptará Lescano manoseo, ser figura titiritera para que los que lo sacaron –Almagro y el entorno de Mujica- justifiquen lo que no saben explicar? O explican pensando que todo el mundo es tonto. Lo triste además es la soledad en que lo dejó su equipo, sus compañeros de altas jerarquías de su ministerio, en el que todos suben un escaloncito y se hace lugar para otro más.

¿Si había que renovar porque se cumple un ciclo, los demás, no tendrían que tener la entereza de dar ese paso al costado que el propio Mujica dijo pedirá a otros, más adelante? Cosa que es más seguro no pase, porque por lo general dice una cosa y hace la otra...

¿Qué pasa con Bonomi, Muslera, Venegas, Almagro, Olesker y otros funcionarios que no dan pié con bola y sus gestiones tienen nota de aplazado?

Por ahí se les ocurre cambiar a Lorenzo, como anda bien... claro, ahí se iría todo el equipo económico, no estarían con una sonrisa en la boca mientras al ministro lo van.

No hay Casal, influencia de medios o inoperancia que justifique lo desprolijo de la sustitución de Lescano; es un castigo del mismo tono que aquellos del Politburó. El que levante la cabeza y exprese cualquier opinión contraria a la desastrosa gestión de política exterior uruguaya va -con drama pero sin tragedia- al paredón, con un sol detrás y aplausos al final.

Toda una muestra que el turismo no se toma tan en serio y a los turistas, lagarteros ellos, tampoco. ¡Qué pobreza moral!.

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