por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires, Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
No es lo mismo participar en vivo que escribir luego, pero esta vez la tecnología quiso que fuera asi.
Mientras escuchaba a Aldo Elias y luego a Jordi Busquets, me acordé de Nassim Nicholas Taleb y me levanté de mi silla para buscar su libro “El cisne Negro”, y por allí dice que la idea central del libro es nuestra ceguera ante lo aleatorio, en particular las grandes desviaciones que ocurren porque no se esperaba que ocurrieran.
Esto me lleva a lo que llamamos la cultura del fragmento, que es un oximorón porque la cultura es integral, debería ser el sistema de ideas que nos permite enfrentar a lo que creíamos que no iba a pasar.
En España se está realizando una reforma educativa que para el alemán Andreas Schleicher (padre del informe PISA) va en buena dirección, ya que dice que el mayor éxito de la escuela es dar a los jóvenes estrategias y actitudes para que cada día puedan aprender, y puedan también desaprender y reaprender cuando el contexto cambia. La educación en esencia debe tender a que se trabaje menos la memoria y más otras facetas como la capacidad crítica, el trabajo en equipo o la creatividad.
Con esta breve introducción ingreso en el “Webinar”.
Lo que “la peste” puso al descubierto fue nuestra incapacidad para enfrentar lo inesperado o aleatorio, según Taleb.
Venimos arrastrando un sistema educativo de tipo enciclopédico que agobia con acumulación de datos, desde fechas de batallas, superficies de países, altura de montañas y otros contenidos que no sirven para resolver los problemas que plantea la vida, entre ellos “la peste”.
Por eso el Webinar se llama "¿y cómo seguimos?" Porque parecería que nos quedamos sin respuestas.
No es el turismo lo que está perdido, somos nosotros los que nos hemos perdido porque de repente pasaron cosas que creíamos que no podían pasar, o que a lo sumo le pasarían a otros. Hoy todos somos los “otros”, los que le pasan las cosas…
Cada uno de tantos fragmentos de la actividad económica, en su sentido más amplio, se considera el único y además el único indispensable, lo que no es más que una expresión de debilidad, y en muchos casos una intuición de que hemos llegado a un final que no es más que ese aprender y desaprender del que nos hablaba Schleicher, cuando los contextos cambian. Los cambios siempre tienen un final y un principio, o dicho de otro modo, todo comienzo y todo final tienen un comienzo.
El comienzo del comienzo es siempre esperanzador y el comienzo del final es desesperanzador.
El turismo no tiene por qué ser siempre igual, como todo en la vida, su normalidad es el cambio permanente. Si comparamos el turismo de hoy con el de hace 50 años, veríamos que es muy diferente. Hace 60/70 años los viajes se planeaban por meses y los mares se cruzaban en barcos. Un viaje de turismo se devoraba quince o veinte días en el medio de transporte, hoy esa veintena de días se redujo a unas pocas horas.
La mayoría de los viajes se contrataban por medios de agencias, hoy la contratación directa va desplazando al intermediario, y debemos asumir que el agente de viajes tradicional se haya quedado sin su “materia prima” que era la de intermediar entre el cliente y los distintos servicios turísticos.
Quizás su nueva función sea la de diagramar programas de viajes temáticos que se pondrán a la venta por medio de plataformas, pero dudo que siga siendo la de vender un billete aéreo, una reserva de hotel o una excursión, o incluso la de asesorar. Hoy todo eso está en internet.
Otra duda que plantea el turismo es su volumen “post peste.” Es posible y creo que la “peste” será una enfermedad endémica con la que deberemos convivir.
Asi como no estamos preparados para enfrentar algo que creíamos que nunca podría ocurrir, tampoco estamos preparados para enfrentar lo que creíamos que solo sería transitorio. La “peste” forma parte de nuestra normalidad, y como causa de muerte no parece que se diferencie de otras tantas.
Parecería que la peste puso en duda nuestra idea sobre nuestra finitud existencial. Las causas de muerte también varían a lo largo de los siglos, la duración de la vida se extiende, pero no por ello estamos cerca de la inmortalidad, estamos tan lejos como antes.
Tampoco debemos extremar, sobre 180 millones de contagiados los muertos están en alrededor del 2%.
Volviendo al turismo, la evolución será diferente en cada realidad. Es bueno que se haya asumido, como lo decía Elias, que se trabaje sobre la idea de región, que nosotros llamamos desde hace años “territorio y cielo único latinoamericano”, y que se facilite la libre circulación.
Tenemos la enorme ventaja de sólo dos idiomas que tienen una misma raíz, lo que facilita el entendimiento.
En nuestra zona se deberá trabajar para incrementar el turismo receptivo, y en el caso de Aerolíneas Argentinas su tráfico deberá apuntar para traer turismo y no emitirlo, sólo asi podría tener un principio de justificación los enormes subsidios que recibe.
No he escuchado a ningún empresario del turismo argentino que reclame contra la enorme desigualdad con la que el gobierno trata a Aerolíneas Argentinas y al resto de los prestadores de servicios turísticos, en volúmenes de dinero. Como lo dijimos ya en anteriores columnas, el personal de esa empresa cobra el total de sus buenos salarios y en el resto la ayuda se limita a sólo $ 22.000…
Por último, más que una política turística, el Estado necesita una política coherente y racional, con menos “Excel” y más libertad.
Otra cosa en el caso de Argentina, para el mundo no somos simpáticos, no generamos empatía, por eso nuestras Islas Malvinas siguen lejos, además quizás también asi las sentimos…
En fin, en la pirámide de Maslow, el turismo podría estar en el tercer escalón, no lo perdamos de vista.
Portal de América