Cramer Ball, el director general de la aerolínea, presentó hace unas semanas un plan de relanzamiento de Alitalia –en realidad, pura supervivencia– que contempla 2000 despidos y una reducción del 30 por ciento de los salarios de los pilotos, además de dejar en tierra unos 20 aviones de corto y medio radio y abandonar ciertas líneas interiores.
Los propietarios de la aerolínea, Etihad, que tiene el 49 por ciento, y los bancos Intesa y Unicredit dijeron que aportarán el capital adicional necesario para darle una nueva oportunidad a la compañía pero que esa aportación, imprescindible para la supervivencia porque la compañía se ha quedado sin liquidez, sólo se haría si hay acuerdo sindical. Y sólo mantienen la oferta hasta el 13 de abril. Si ese día, han dicho, no hay acuerdo, se cierra Alitalia definitivamente.
Los sindicatos apuntan directamente al Estado, para que intervenga. Pero no todos tienen claro que habrá una ayuda final pública para salvar Alitalia. Las distancias entre las posturas son enormes y, mientras tanto, hoy Alitalia está parada por huelga, sumando más pérdidas a las que acumula de forma casi crónica.
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