Por ello entonces, que nuestras autoridades decidan frecuentarla es bueno y hasta debería ser obligatorio y bienvenido, por ejemplo por los sindicatos de la construcción cuyos afiliados se benefician de las inversiones inmobiliarias que tanto trabajo dan.
La sola presencia del presidente de la República ya jerarquiza nuestra ciudad resort. Citemos solamente los casos de Palm Beach y Eisenhower o Hawái y Obama.
Sin querer disponer del descanso de los presidentes, que bien merecido lo tienen, su presencia puede transformarse en un formidable instrumento de promoción y relaciones públicas para el turismo y para todo el país.
Nadie duda que el presidente Vázquez le dé buen uso y tampoco podemos dudar del que harán sus futuros ocupantes.
Pero como “más vale prevenir que curar” queremos advertir para que no se desvirtúe el valor de la residencia. Y ese valor está dado por una palabra que puede molestar pero da mucho valor: la exclusividad. Digamos la misma que tienen Anchorena y Suárez.
Ningún Presidente puede estar obligado a abrir su casa a todo el mundo. Si lo hace perderá el valor que significa “ser invitado por el presidente”, que en el mundo es inmenso. Nos consta.
Hay que tener en cuenta, además, que esta Residencia es importante siempre y cuando esté en ella y reciba el presidente.
Sin su presencia pierde todo valor. En Punta del Este hay cantidad de casas más atractivas y espectaculares que ésta. La Azotea de Haedo, por ejemplo. Este puede ser un lugar magnífico para protocolo de las distintas reparticiones del Gobierno.
Hay que actuar dejando de lado todo tartufismo, priorizando el valor de esta residencia, que es de todos, aunque la sigamos mirando desde afuera.
Portal de América - por Damián Argul