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Los pretzel de United Airlines
Miércoles, 29 Agosto 2018 02:36

Los pretzel de United Airlines

Cuando a bordo de un avión de Easy Jet en el tramo París/Nápoles me ofrecieron comprar la raspadita, luego que se les terminó la comida que vendían antes de llegar a mi asiento, creí que había agotado mi capacidad de asombrarme pero, me equivoqué. Ahora, como pasajero de United Airlines dentro de Estados Unidos, estoy viviendo en vivo y en directo el exitoso método de denigración de la dignidad humana en el transporte aéreo.

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por Sergio Antonio Herrera, desde Chicago, USA - @DelPDA

 

En tierra
Es obligación esperar hasta 24 horas antes del vuelo para el check in y no siempre el sistema lo habilita.
En la más cruel aplicación del Revenue Management, me asignaron el asiento 39F y a mi esposa el 12E. Si quería cambiar el asiento para cumplir con la extravagancia de viajar junto a mi compañera de la vida en un período de disfrute pleno, con la que estamos siempre codo a codo en las difíciles y en la diaria búsqueda y gestión del mejor sustento, debía pagar 72 dólares extra (anoche para ver a David Copperfield en el MGM Grand Theatre de Las Vegas, pagué 75).
Cuando llegamos al aeropuerto de Las Vegas, tuvimos que hacer ante una máquina lo que hicieron toda la vida los prestigiosos funcionarios de aerolíneas en todo el mundo siempre, aquellos que ahora están retirados o según su edad en el seguro de desempleo o directamente en un quiosco, manejando un Uber. Si anduviésemos desnudos por las calles, seguramente sería una experiencia inolvidable pero, no creo que la pudiésemos practicar mucho tiempo antes de que nos traigan a la realidad, por lo tanto, nos mandamos otra extravagancia: trajimos ropa para vestirnos. Para transportar esa ropa, previamente habíamos comprado una maleta y para que esa maleta no se quede en casa y por el contrario, viaje con nosotros para poder vestirnos, debemos pagar 25 dólares por cada tramo que volamos. O pagas o no te cambias de ropa.
La maleta no obstante, nos dio la alegría de pesar 21,400 kg, cifra que apareció en pantalla porque habíamos elegido idioma español al inicio. Todos sabemos que el límite por maleta son 23 kg, lo que no muchos saben es que no son ni 20 ni 25 kg, sino 23, porque ese es el equivalente a 50 libras, el límite autorizado por la FAA, Federal Aviation Administration, el organismo que desde USA, pone las reglas del juego para todo el mundo. No es casualidad que el prefijo telefónico de este país sea el 1 y el nuestro 598, aunque la suma total de países sea un poco más de un tercio de 598.
No fue culpa de United pero al salir del control de seguridad el carry on mío se unió al hostigamiento y decretó por sí y ante sí que no habilitaba más la función de “estirar” la manija (o como se llame) para que uno lo lleve rodando caminando erguido y además, -como en mi caso- que me permita, acomodar y enlazar la pesada mochila que llevo con todos los “devices” profesionales, sin necesidad de esforzarse cargando ambos elementos. La mala noticia fue que debimos optar por caminar como simios, agachados llevándolo rodando o por cargarlo con una mano y acomodar en un hombro la pesada mochila para caminar las distancias -cada día más grandes- de los aeropuertos de ciudades importantes, que fue lo que hicimos.


Cuando llegamos al counter (mostrador, en uruguayo básico) gestionamos la posibilidad de cambiar uno de los asientos para ver si podíamos achicar la distancia de 27 filas que nos propinó el sistema y como yo uso mi tarzanesco inglés para situaciones límite, siempre le pido a Yoselin que hable ella y vea si me consigue “aisle” o pasillo. No sólo no lo consiguió, sino que debió aguantar un reclamo, rezongo o reprimenda de la funcionaria que se quejó, porque mi esposa, cuando le dijeron que debía pagar por el cambio, respondió que ya había pagado comprando el pasaje para viajar junto conmigo. Así es, ellos ponen las reglas, el tono y el modo y uno debería aguantarse y...a mi me cuesta.

En el avión
Obviamente que 39 es la última fila y los asientos no reclinan. Los bins están habilitados hasta la 35 por lo que el dañado carry on hubo que dejarlo antes.


En el pasillo, un señor ya grande con camisa de manga corta a cuadritos y corbata, con el cuello abierto y la misma floja, no muy bien peinado, me saludó cortésmente haciéndose a un lado para permitirme pasar. Lo saludé y seguí, pensando que siempre hay gente rara por doquier.
Cuando llegué a mi asiento, vi que en el Galley o cocina, otro señor, en este caso, canoso y con anteojos, vestía una camisa y corbata idénticas al anterior, por lo que evidentemente, eran los TCP, o azafatos. Mis disculpas muy fallutas y nada sinceras por no escribir azafates o azafatxs.


Los miraba y me costaba entender la rara combinación. No es que uno no acepte que dos señores grandes hagan este trabajo, pasa que venimos acostumbrados a que en los aviones uno es atendido por mujeres y lindas generalmente. lo cual es parte de los placeres del viaje (y aquí hago un paréntesis para decirle a las interruptoras de moda, de todo, en todo momento y ante cualquier tema, o sea a las feministas que comenten lo que quieran y sientan, la libertad es libre). 
Por la proximidad, empecé a escuchar antes que casi todos los demás, ruido de “preparación de servicio a bordo” y vaya uno a saber la causa, hasta imaginé aroma de comida. Fantaseé tal vez con un omelette o con un tostado de jamón y queso, al mismo tiempo de caer en la cuenta que siendo las cuatro de la tarde, sólo había ingerido un par de tostadas y una taza de café a las 9 de la mañana, antes de abandonar el hotel de Las Vegas sobre mediodía. Y me quedé dormido. Cuando desperté vi la escena que reproduzco a continuación.

Vean que los señores están con delantal, sirviendo, la azafata que viene detrás tiene guantes de látex puestos.
Me acomodé, abrí la mesita y me dispuse a esperar.

Una mano me dio una servilleta de papel y la otra, un pequeño envoltorio que al principio pensé -por su tamaño- sería una toallita  húmeda.

No, eran pretzels, como ocho o diez que llenaban el paquetito...


Para un vuelo de tres horas y cuarenta minutos, debe ser suficiente un pretzel cada casi media hora. No hay que quejarse y mucho menos cuando todos antes con esa gran sinceridad, exenta de hipocresía del común de la gente de estas tierras, me dijeron casi a coro: “Have a nice trip”.
Como serán los bifes en Chicago, adonde aterrizamos en este preciso momento?, fue la pregungta que me hice al arribar al impresionante O´Hare, al que volví diez años más tarde, luego de hacer escala para proseguir a Montreal a buscar el primer Bombardier de Pluna en marzo de 2008.

Para terminar el día complicado falló el traslado de llegada y allá fuimos a buscar taxi y ya en el hotel. cuando salíamos para buscar donde cenar para amortiguar la nada estomacal, se desató una tormenta de aquellas que nos hizo volver de inmediato y cambiar la fantasía gastronómica por una burguer (otra más) y postergarla hasta este miércoles, en el que positivamente, sabemos que todo va a cambiar y disfrutarenos como hasta ahora, un nuevo destino de este país impresionante, que por más que nos haga rezongar, sigue siendo un lugar de primerísimo orden.

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