por Sergio Antonio Herrera, desde Madrid, España
Sabiendo que yo venía para aquí Yoselin me encargó que le hiciera esta compra y comentó: “qué pena que no sabemos ni donde está el recibo y el comprobante ya que podrías pasar por la farmacia a ver si por aquellas casualidades te dan la crema. Aunque es díficl ¿no?, ya pasaron cuatro meses”.
En Carrasco, a pocos ninutos de salir hacia Madrid el lunes, me dí cuenta que me faltaba una tarjeta de crédito, la cual, dicho al margen, apareció en Peperone en la calle 28 y rambla de Punta del Este donde la usé el sábado pasado. Entonces a pedido, pasó a retirarla mi anigo Alvaro Gimeno, residente en nuestro principal balneario. Pero en la búsqueda “intensiva” dentro de la billetera, si bien no estaba el plástico, encontré el recibo y el comprobante de de la farmacia madrileña.
La cara de la empleada de la Montera cuando le planteé la posibilidad que estuviese la crema tras cuatro meses, fue todo un poema pero más significativa fue aún su exclamación cuando la encontró!! Si señores, recuperé las dos cosas: la tarjeta y la crema!!
Ante esto, recordé una anécdota vivida con otro amigo, Juan Ramírez, en un festival de Turismo de Gramado. El primer día fuimos a acreditarnos y a reconocer el espacio (llegamos casi al cierre) y nos volvimos al hotel. Allí comprobé que no tenía el celular. Más que lamentarlo no me quedaba otra que volver al día siguiente e investigar. Cuando por la mañana llamamos un taxi para volver al evento, al llegar, el chofer me mira y me pregunta: “¿este celular no lo olvidó usted ayer aquí en el coche?....
Sí, ya probé con el 5 de oro y en el casino pero... esa es otra historia.
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