Imprimir esta página

Rodolfo Llacer: una de las principales razones por las que amo el turismo
Domingo, 25 Junio 2017 23:27

Rodolfo Llacer: una de las principales razones por las que amo el turismo

"¿Qué tenés que hacer el 27 de enero del año que viene a las siete de la tarde?", me preguntó Rodolfo por teléfono aquel día de noviembre de 1987..."Yo qué sé, ¿por qué?" respondí. "Bueno, si no tenés nada previsto andate a esa hora ese día al aeropuerto, nos vamos a España una semana al Congreso de Omvesa que se hace en Santander". Fue mi primer cruce del Atlántico, mi primera vez en Europa, pero no la primera vez que "El Colorado" me distinguía con su elección, ni la última.

TSTT-1250x115
Arapey 1250x115
Mintur verano 1250x115
CIFFT 1250x115
Fiexpo 2024 1250x115

 

 

 

 

 

 

 

 

 

por Sergio Antonio Herrera, desde Salinas, Uruguay - @DelPDA

Uno de los tantos grupos de uruguayos invitados a los congresos de OMVESA que se realizaban anualmente en diferentes lugares de España. En este caso, de pie, rodean a Llacer: Ildefonso Blanco; Aníbal Rodríguez; Alberto Perciavalle; Pascual Sagario y José Luis Poveda. En primera línea entre otros, Roberto Gualano, Corina Chapuis y Andrés Santos cuando fueron a Palma de Mallorca en febrero de 1983.


Cuando me remonto a mi primera experiencia en turismo, como cadete en Viajes Cynsa, me veo cobijado por Mario Vidal y "marcando el paso" ante la severa mirada de Don Ramón Costales. Cuando escucho PanAm me retrotraigo en el tiempo y me veo tipeando en una máquina de escribir con un carro de un metro de ancho, los reports de liquidación de las ventas quincenales en Cielmar, bajo la atenta mirada y el consejo sabio del Tano José Sortino, un tipazo. Cuando con 19 años tuve mi primera jefatura en Intertours, sin ningún curso previo, sin la más remota idea de algo parecido a Google y tenía que diseñar un itinerario, hacer un folleto o gestionar un negocio, estaba siempre el Flaco Eduardo Bafico, un grande del turismo, un gran docente aunque ni él mismo lo creyera. Y cuando empecé a entender el ambiente, cuando pude completar (¿o apenas iniciar?) la transición desde el Barrio Sur a la vida de champagne -generalmente con salario de cerveza- y "caminar" con paso propio, un día apareció Rodolfo, con su impecable estampa, calzando los primeros Hush Puppies que vi en mi vida. Tiempo después también sería el primero en contarme que existían los freezers y los hornos microonda...y que el asado que le sobraba lo congelaba y luego de ponerlo en el horno un rato, volvía a quedar como recién sacado de la parrilla.

Un gran conocedor del negocio, un superdotado relacionista público y uno de los profesionales del turismo, más integral que he conocido. Siempre fue un empresario actualizado pero jamás le sacó el cuerpo al trabajo gremial y tuvo activa participación en AUDAVI, la Asociación Uruguaya de Agencias de Viajes.

Pero además, y paralelamente a su fecunda trayectoria profesional, Rodolfo sin lugar a dudas, fue el más contundente ejemplo de Bon Vivant que conocí a lo largo de los años. Hizo una gran carrera en ONDA Turismo y luego fue el representante en Uruguay de la prestigiosa mayorista española OMVESA.

Fue un gran amigo, un gran maestro y alguien con el que he compartido un sinfín de gratos momentos en diferentes lugares de Uruguay y también en el exterior. Si bien juntos también hemos pasado por momentos complejos, es abrumadora en el recuerdo la nómina de situaciones muy gratas, disfrutables, no exentas de un toque de humor sutil, inteligente, como el que le caracterizaba.

"Antonio, ¿pecaste mucho esta semana? solía preguntarme algunas veces por la tarde telefónicamente. Y mi respuesta siempre era afirmativa porque la aceptación conllevaba el inmediato acuerdo para encontrarnos al rato en El Templo para rezar...aunque de una manera muy especial, era en el Templo del Whisky, en Nicaragua y Minas.

Lo veo sonriente en el mostrador del Club Naval en la calle Soriano donde solíamos almorzar, esperándome con un gran vaso de agua mineral con gas y mucho hielo en la mano, diciendo: "Si vas a agredir al hígado, primero hay que refrescarlo". Era una de sus frase preferidas y paso previo a los varios escoceses que sobrevendrían, durante el almuerzo.

Sentados a una mesa de El Palenque en el Mercado del Puerto montevideano, Rodolfo, Mario Amestoy y yo, el mozo trajo los cubiertos y el pan y tomó la orden, a continuación trajo la botella de vino elegida y se retiró, mientras la charla se iba poniendo cada vez más interesante y disfrutable. Al rato largo, veo que llama al mozo y le dice: "Mi amigo, ¿me haría un gran favor?, salí apurado de casa y no traje copas para el vino, ¿no nos prestaría tres?...

Compartimos varias veces eventos en el interior, muchas veces nos cruzamos en Buenos Aires cuando la Capital Federal, para quienes operábamos turismo terrestre en la región era la principal base de operaciones en las altas temporadas, especialmente en Semana Santa o de Turismo. Cierta vez fuimos invitados un grupo de agentes de viajes por la Dirección de Turismo de la Provincia de Buenos Aires e hicimos un tour en bus de una semana!!. Fue a inicios de los setenta, ¿se imaginan un viaje de esos hoy, cuando en ese período los fam tours son a Estados UNidos, el Caribe o inclusive a Europa?. Fuimos al Tigre, La Plata, Tandil, Balcarce, Carhué, Epecuen, Sierra de la Ventana y Mar del Plata, entre otros puntos de atracción provinciales y a pesar del tiempo transcurrido, es imposible olvidar esa experiencia. Una noche, seguramente en el paroxismo de la "bobera juvenil" de tres o cuatro que éramos los más jovenes del grupo, le "dimos vuelta" la habitación, le anudamos las sábanas, le escondimos las almohadas y al día siguiente, apareció como si nada hubiese pasado. Tenía muy claro que todos esperábamos su expresión de bronca y como "zorro viejo", nos dejó con las ganas.

Una vez por negocios, viajamos juntos a Carlos Paz, Córdoba, Mendoza y Santiago de Chile por casi una semana. Jamás pude volver a asistir a un curso de ese nivel en materia gastronómica y cata de vinos.

El humor, con él era cuestión cotidiana. En una época que el negocio estaba complicado, al encontrarnos le hice la clásica pregunta: ¿Cómo andás?. La respuesta, luego de hacerme reír un largo rato me quedó grabada por lo instantánea y -en ese momento- original: "Bien, vendiendo como nunca. Ya vendí el escritorio, las sillas, me falta la máquina de escribir...".

Para el viaje a España con el que iniciamos este relato, atendiendo nuestro estado casi permanente de aquellas épocas, le preguntamos acerca de los gastos, lo que teníamos incluído, lo que necesitábamos llevar y su respuesta fue muy concreta: "Hay muy pocos gastos. Además del alojamiento, los pasajes, los traslados internos, están incluidas casi todas las comidas, para lo que sí tenés que llevar dinero es para la comida en Los Galayos (Plaza Mayor, en Madrid), que es una cita obligada de cada año cuando vamos al Congreso de Omvesa, no menos de cincuenta dólares".

Cincuenta dólares hace casi tres décadas para una comida en España, era un disparate -de algún modo lo sigue siendo-, pero tenía su porqué. Sin haber vivido en la era del Imperio Romano, creemos que debería haber sido algo muy similar. Jamón serrano en trozos; zetas; pernil de cordero; angulas; variedad de tapas, de quesos y de panes y todo lo que la mente pueda imaginar, multiplicado por diez, más Fino Laína, vinos de La Rioja, postres a elección, café, cognac. Una verdadera orgía gastronómica que pagamos ese dinero el fin de semana de llegada, antes de ir a Santander al congreso pero cuya "revancha" nos fue brindada en el fin de semana de regreso, cuando volvimos el sábado a ir y allí Don Esteban nos agasajó, fue nuestro anfitrión y nosotros sus invitados, gratis..

Al día siguiente, en un coche alquilado Rodolfo nos invitó a acompañarlo a Toledo, Ávila y Segovia y como no podía ser de otra manera, en esta última, además del monumental acueducto, disfrutamos el cochinillo en el Mesón de Cándido y comprobamos que era verdad que de tan tierno, lo trozan con una cuchara.

Lamentablemente no lo pudimos despedir en su partida. La noticia nos llegó cuando ya habían pasado unos días. Siempre supimos que algún día le íbamos a contar todo lo que significó en nuestra vida. Es lo que pretendimos con este recuerdo, ojalá llegue adonde tiene que llegar.

Se te extraña querido amigo. Se te respeta y se te sigue queriendo.

Nota: Expresamos el especial agradecimiento a Silvana Llacer, quien nos facilitó las imágenes que ilustran este artículo acerca de su querido padre.

Portal de América