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Transporte aéreo, turismo y la degradación humana
Domingo, 30 Septiembre 2018 17:16

Transporte aéreo, turismo y la degradación humana

“…Los humanos han vivido millones de años sin religiones ni naciones; es probable que también puedan vivir felices sin ellas en el siglo XXI. Pero no pueden vivir felices si están desconectados de su cuerpo. Si uno no se siente cómodo en su cuerpo, nunca se sentirá cómodo en el mundo.” Yuval Noah Harari.

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por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires

 

Vivimos una época rara. Las redes nos facilitan la posibilidad de conocer a gente que vive en las antípodas, pero poco o nada sabemos de nuestro vecino o de nosotros mismos. Vivimos aislados teniendo la posibilidad de estar conectados las 24 horas. Probablemente ese aislamiento sea la causa de lo que se dio en llamar “cultura líquida”. Este tipo de soledad que nos mantiene virtualmente en el límite de la asfixia espiritual puede servir para explicar lo que nos pasa y nuestros cambios, ya que como dice Harari, los grupos humanos se explican más por los cambios que producen que por las continuidades que mantienen.

 

En este punto encuentro la relación de ese fenomenal cambio que ha producido el llamado low cost  en el transporte aéreo, y tiene que ver con la alta densidad de las cabinas para pasajeros que disminuye la comodidad y el mínimo respeto que merece el cuerpo humano, a su mínima expresión. Poco faltó para que a los pasajeros se los embarque en una suerte de “pallets” para ahorrar más espacio.

 

“…Tenemos que ver cómo cambian los hábitos. Las low cost a largo plazo comienzan a cambiar los hábitos de consumo. Aquí solo llevan siete meses. Lo que me ahorro en el vuelo lo puedo gastar en el destino, en un mejor hotel. Habría que ver cómo las low cost cambian el comportamiento no sólo del turismo, sino también del viajero étnico, etc….” le respondía el CEO de Flybondi, Julian Cook, a Aviacion news el pasado jueves 27.

 

Es cierto lo que dice el señor Cook, y hasta se queda corto ya que el low cost como expresión de marketing extremo se impuso  generalizándose en todo el comercio.

 

Pero lo que me interesa destacar, por lo menos en mi convicción, es que el low cost en definitiva cabalga explorando lo que llamaría degradación humana, bajando su límite  hasta donde el cuerpo humano pueda tolerarlo.

 

La “alta densidad” en la clase “economy” ya se impuso asimismo en todas las líneas aéreas, en unas con más intensidad que otras, pero nadie me desmentirá cuando afirmo que hacer un viaje de más de dos horas en cualquier clase turista de hoy es un castigo para nuestro cuerpo,  que puede ser lesivo para personas cuya conformación física (que son una mayoría) exceda el estándar tenido en cuenta para el diseño  de los asientos y la configuración del respectivo sector del aeroplano.

 

Mucha gente, como dice Cook, está dispuesta a pagar el menor precio para poder llegar al destino elegido, pero no creo que esa preferencia deba valorarse como una buena tendencia en el pensar de la gente.

 

Hoy hablamos mucho de la calidad de vida, pero en el transporte aéreo la confundimos sólo con la “safety” y con eso nos conformamos. La seguridad operacional es una razón de ser de cualquier medio de transporte, pero también debería tenerse en cuenta el mínimo de comodidad que necesita el cuerpo de cualquier mortal para hacer un viaje.

 

Más de una vez escribí que Willy Reynal fue en cierto modo el fundador del low cost en la Argentina, cuando mediante el inteligente uso de los “IT” le permitió acercar destinos a personas que, de otro modo, estaban fuera de su alcance, como fue San Carlos de Bariloche. Lo destacable es que lo hizo manteniendo niveles dignos de calidad tanto en el transporte como en el alojamiento. Respetó la dignidad del cuerpo.

 

Hoy esta supuesta modernidad, que algunos llaman “postmodernidad”, ha logrado separar a las personas de sus cuerpos y sentidos, como lo describe Harari, por eso nos sentimos alienados y desorientados.

 

Es obvio que el low cost es un negocio, y que si medimos el dinero por su valor nominal, en la apariencia parecería que todos nos beneficiamos   ya que viajamos más, sumamos para las estadísticas que miden el movimiento de personas con motivo de turismo, generamos empleo y todo eso de lo que hablan los economistas, pero el resultado es una sociedad cuya gran mayoría vivimos desconformes.

 

Y pensemos un poco, vivimos desconformes porque hemos depreciado nuestro bien de mayor valor, nuestro cuerpo, que lo castigamos sin piedad para viajar en definitiva metidos en un “pallet”.

 

Dice el mismo Harari que las empresas históricamente no han sido el vehículo ideal para encabezar las revoluciones sociales y políticas, ya que una revolución, continúa diciendo, exige a los accionistas de las empresas sacrificios y esfuerzos que, esto lo agrego yo, impactarían negativamente en sus ganancias.

 

Sin embargo pueden liderar lo que llamaría la revolución de la degradación, porque esta si genera pingües beneficios.

 

Sin embargo, estas revoluciones lideradas por las empresas de transporte aéreo low cost que generan fructíferas ganancias meramente financieras, si se sabe gerenciar el negocio producen lo que llamaría este tipo de “involuciones”, lo que no deja de ser una revolución al revés, cuyo menor precio lo pagamos con el costo, aún no medido, de nuestro cuerpo.

 

Por eso le pido al lector que al llegar a este punto regrese al copete, porque el low cost ya es un rentable “toc”.

 

Portal de América