por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires
Es cierto que destinos como Turquía, Egipto, Marruecos han superado la “crisis de seguridad” y eso afectó el turismo receptivo español. Volvió la competencia del aire, sol y mar.
Pero lo que quiero plantear como tema es que muchos creen que el turismo podría tener un crecimiento ilimitado, pero no tienen en cuenta los nuevos destinos que van apareciendo y un hecho económico, en general hay una menor capacidad adquisitiva de los salarios, a veces real otras no, pero que hacen que la gente tienda a gastar menos.
Frente a esa extraordinaria campaña del “low cost” ahora extendida hasta para la venta de golosinas, todos estamos convencido que todo servicio o bien, puede ser más barato de lo que cuesta ofrecerlo al mercado.
Ya lo escribí mil veces, poner un avión en el aire tiene el mismo costo para todos, lo mismo que ofrecer una habitación de hotel o una habitación particular. Hablo desde luego respetando las diferentes categorías.
Esa relación influye también en la llamada economía colaborativa, ya que en definitiva en economía siempre hay una relación de precios, salvo en Argentina.
Lo cierto es que cuando los precios llegan a determinado nivel ya se duda si tiene sentido seguir produciendo.
Días pasados me contaba una persona que tiene departamentos en alquiler en Buenos Aires bajo la modalidad “colaborativa” que ya no le convenía, porque la ganancia que tenia a fin de mes era mínima comparando con los tiempos de bonanza. El famoso “cepo cambiario”, me decía, me hizo ganar mucho dinero, ahora con la devaluación perdí.
Le hice ver con la paciencia de la que carezco que también con la devaluación tenía una buena renta de alrededor del 15% mensual en valores constantes, pero no hubo forma de convencerla, antes ganaba el 30 o 40 me decía….Tengamos en en cuenta que la inflación local, en agosto estuvo al borde del 4% y la anual se estima en un 40 y pico por ciento.
Pero insisto, el “low cost” es como un virus económico o mas bien una suerte de adicción, y la gente no se da cuenta que se trata al fin de cuentas de un negocio financiero sin fundamentos económicos que ahora se está convirtiendo en “guerra tarifaria”, y todos sabemos que ninguna guerra genera beneficios, solo enriquece a unos pocos, muy pocos.
En Argentina me contaba un agente amigo que la oferta de asientos en el transporte aéreo se incrementó, merced a la revolución de los aviones de “guillo” para los íntimos, en un 40%, pero la ocupación lo hizo casi y solo en un 10%. Algo no anda bien.
En el caso de Aerolíneas Argentinas por ahora el Estado, que somos los contribuyentes, acompañamos, pero hasta cuándo uno se pregunta, y entre tanto sus ventas promocionales para dibujar una menor pérdida en el ejercicio en curso, lo vendido y no volado, o ingresos diferidos de tráfico, impactará y de qué modo en el próximo ejercicio.
En nuestro país en números reales la inflación rondará algo mas del 40% con buena voluntad y mucho viento a favor, y el salario real tendrá una pérdida de alrededor del 5 al 10%, me pregunto ¿hay mercado?.
Lo peor que puede ocurrir es desconocer que en la vida los límites existen incluso para el populismo.
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