por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires
Padecemos un proceso inflacionario que ya se ha culturalizado desde fines de la década del 40. Tuvimos lapsos de estabilidad en la década del 90 durante la vigencia del plan de convertibilidad de la moneda y su relación fija con el dólar estadounidense. Claro, fue a un costo que nos llevó a la crisis del 2001 cuando la deuda externa rondaba entre el 40/45% del PBI según Ricardo Lopez Murphy, uno de los economistas más sensatos de la Argentina que intentó, sin éxito, evitar precisamente la crisis del 2001.
Lo cierto que una vez más se intenta domar la inflación solo en sus efectos, y una vez más se recurre a controlar el tipo de cambio en vez de ir a las causas que es el déficit fiscal y la emisión para su financiamiento.
Pues bien, en solo un mes el Banco Central gastó u$s 1800 millones para controlar el precio de esa moneda en el paradójico mercado libre de cambios. Visto de otro modo, ese gasto es el 18% del déficit de la balanza comercial turística.
Esto significa que el Banco Central viene subsidiando a la oferta en el mercado de cambios para controlar artificialmente y hasta donde es posible el incremento generalizado de precios.
Este subsidio a la oferta, muy criticado por la mayoría de los economistas, tiene un efecto muy negativo en el intercambio turístico ya que facilita el turismo importador o emisivo y encarece el turismo exportador o receptivo.
Un modo de dirigirse a la demanda, seria fijando recargos para el gasto turístico en el exterior y reintegros para el gasto turístico receptivo. Se podrá decir que entrar a tipos de cambio múltiples no es sano, pero en nuestro contexto inflacionario y de déficit comercial, abaratando el tipo de cambio se perjudica al comercio exportador.
A veces es necesario recurrir a la heterodoxia cuando parecería imposible salir de esta cultura del gasto sin límite o de vivir por sobre neutras posibilidades reales, no las potenciales que nos hace creer que somos lo que no somos.
Este uso de la política cambiaria para controlar parcialmente los efectos de los procesos inflacionarios ya la hemos vivido, pero seguimos sin aprovechar las experiencias.
Además este subsidio a la oferta del tipo de cambio se hace con dólares que hemos recibido en préstamo. No es necesario ser premio nobel, para señalar que este no es el camino, pero la “path dependence” de los sociólogos nos condena.
Como diría el inolvidable Tato Bores, ¡dólares para todos y buen viaje…!
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