por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires
Cataluña recibe uno de cada cuatro turistas extranjeros que viajan a España, y hasta la fecha es la región que más turistas recibió. Además, Barcelona comienza a convertirse en una puerta de ingreso a España, donde el turismo aporta casi el 13% de su PBI.
Lo que se llamó “turismofobia” se llegó a relacionar con políticos en funciones “pro países catalanes”, y con la alcaldesa de Barcelona Ada Colau, cuya conducta fue calificada de tolerante con algunas acciones violentas contra contingentes turísticos.
Recordemos que la llamada “turismofobia” en Cataluña comenzó en mayo pasado cuando algunos hoteles fueron atacados por “desconocidos”, y más tarde “encapuchados” asaltaron un bus turístico pintando el mensaje “El turisme mata els barris”, “el turismo mata los barrios”.
Más allá de la cuestión sobre si las regiones que reciben turismo de modo masivo, como es el caso de España, deberían fijar límites de acceso, lo cierto es que cuando la gente advierte que hay destinos conflictivos, como si se pusieran de acuerdo, eligen otros y es lo que comenzó a pasar en Barcelona para el próximo fin de semana, fecha del referéndum que la institucionalidad ya declaro ilegal y ordenó impedir su realización que el “govern” pretende realizar de todos modos.
Pero el otro aspecto de la cuestión, y tiene que ver con el copete que refleja cómo se mueven las potencias, en este caso la Rusa, que tiene en la independencia catalana un medio para debilitar a la Unión Europea.
No es nueva esta postura de alentar los conflictos para obtener beneficios propios, y es probable que en la sima de las relaciones que seguramente vienen cultivando los separatistas con posibles aliados, siendo Rusia uno de ellos, ya hayan tenido alguna garantía de apoyo para el día después, lo que nunca dirán es el precio de esa garantía.
Lo que si sorprende es lo que llamaría indiferencia de la propia Unión Europea y de los EE.UU., pese a alguna declaración de Donald Trump contra los separatistas expresada durante la visita que Mariano Rajoy está realizando este martes 26 de setiembre a EE.UU.
La eventual independencia de Cataluña en momentos que en el Reino Unido dirigentes políticos comienzan a pedir una nueva votación para revertir el “Brexit”, demostraría que apartarse de los procesos integracionistas no deja de ser una expresión adolescente y romántica de afirmación egocéntrica de dirigentes profundamente neuróticos incapaces de ponderar las consecuencias de sus acciones.
Sin embargo, el afán independientista de Cataluña tiene otras referencias recientemente como la de Luigi Di Maio, el líder del movimiento 5 Estrellas de Italia, sucesor de su fundador Beppe Grillo, ya que piensa en que Italia deberá salir del euro si no es escuchada por la U.E. También parecería que Alemania podría virar hacia un aislamiento, que es lo que indicaría un primer análisis de los resultados electorales del domingo pasado.
Estos hechos significan que cada vez se hace más difícil dialogar, y que hoy se cree que el dialogo debe ser un método para imponer decisiones, y si estas no se acatan no hay diaáogo posible.
Parafraseando negativamente a Vinicius de Moraes, podríamos decir que para muchos “vivir se ha convertido en el arte del desencuentro”, quizás esto explique muchas de las cosas que nos están pasando y no precisamente para bien.
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