por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires
Continúa diciendo el editorial referido que están naciendo nuevos formatos de organizaciones empresariales que: “Se asumen de manera integral e integrada como actores sociales cuya capacidad y recursos se destinan, en su totalidad, a generar acciones de impacto positivo en el cuidado de los bienes ecosistémicos y en la promoción de la dignidad humana”.
Lo que se promueve es una nueva forma de lo que antaño llamábamos “función social del capital y de la empresa”.
En esa época la sindicalización cumplió una función que consistió en fijar lo que llamaría límites mínimos de la dignidad del trabajador y luego, partiendo de la enseñanza de algunas encíclicas se apuntó a la participación en las ganancias. Fue lo que llamaría etapa combativa del sindicalismo, tomando esta expresión con prudencia.
Es obvio que hoy se vive otra realidad. Ya el filósofo Heráclito de Éfeso enseñaba que la realidad es el cambio, y lo ilustraba diciendo que “no nos bañamos dos veces en el mismo rio”, esto significa que hoy ya no tiene sentido un sindicalismo combativo o clasista sino que debe irse a un nuevo tipo no ya de relación sino de integración entre el personal y la empresa.
Las llamadas conquistas sociales, ya son cosa del pasado. Hoy lo que se deben lograr son lo que se podrían llamar las “conquistas del presente”, que básicamente consistirían en participar en la formación de decisiones de calidad.
Es mi convicción que en esta etapa de la Argentina este primer paso de docencia política, porque de eso se trata, lo deben dar las empresas de propiedad estatal. Por eso ya en 1984 mi objetivo en Aerolíneas Argentinas había sido el de comenzar a preparar al personal, por medio de sus dirigentes gremiales, para participar en la formación de las decisiones.
En esta etapa de la vida también cambió la relación “mando-obediencia”, ya que la gente no acata cualquier orden o decisión, y el concepto de autoridad hasta parecería que se ha convertido en un concepto comunitario.
Hoy la certeza, la ejemplaridad y el respeto, no expresan a la autoridad unipersonal, sino a la autoridad colectiva o comunidad, reitero, hoy se respetan las decisiones en las que la gente directa o indirectamente se siente protagonista.
Si una intentara medir a Aerolíneas Argentinas económicamente, va de suyo que sería declarada groseramente inviable, porque en esta nueva concepción ninguna empresa, privada o estatal, puede ser extractiva de recursos sociales. Por el contrario, debe aportar a la sociedad para morigerar el impacto impositivo que hoy en nuestro país es asfixiante, al punto que los contribuyentes destinan 202 días de trabajo al año para pagar impuestos.
Aerolíneas Argentinas es un caso excepcional para comenzar con un verdadero cambio profundo, pacífico y consensuado de nuestra estructura política, social y económica, que también es inviable como lo acreditan los niveles de pobreza, indigencia, economía informal y sobre todo el pésimo ejercicio de lo que se llama “protesta social”.
Será imposible hacer rentable a Aerolíneas Argentinas sin poder lograr consensos con su personal, el que deberá comprometerse, como obligación ética y moral, en la formación de las decisiones necesarias para que la empresa sea generadora de recursos, los que deberán tener un real componente social. Sus beneficios deben beneficiar a su personal, pero también a los sectores más desprotegidos de la sociedad, que siempre los habrá.
No se trata de gerenciar este proceso gramsciano de morbosidad del presente con prolijidad, sino de señalar que lo nuevo tiene aptitud y capacidad para nacer.
Poco importa que este año Aerolíneas Argentinas solo necesita U$S 170 millones, cifra que me suena como absolutamente irreal, o que transporte más pasajeros, o que tenga más aeronaves. Lo que debe importar es que sea una empresa de beneficio social y generadora de recursos.
Si esto no se entiende no es que volverá “ella” como lo agradecerá un gremio aeronáutico el próximo martes por haber destinado millones de pesos para subsidiar viajes al exterior de los deciles más pudientes de la sociedad y haber mantenido una rigidez laboral improductiva para mantener adhesiones mercenarias, seremos nosotros los que terminaremos vencidos por un pasado de fracasos y decadencia continuada.
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