Sobre la “economía colaborativa”, parte final
Viernes, 26 Mayo 2017 20:54

Sobre la “economía colaborativa”, parte final spri.eus

“Compartir en vez de poseer. La economía colaborativa o consumo colaborativo quiere cambiar el mundo. Plantea una revolución abrazada a las nuevas tecnologías. El Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) le calcula un potencial de 110.000 millones de dólares (82.000 millones de euros). Hoy ronda los 26.000 millones. Y quienes participan a título personal en este sistema basado en intercambiar y compartir bienes y servicios a través de plataformas electrónicas se embolsan, según la revista Forbes, más de 3.500 millones de dólares (2.580 millones de euros)”. (La imparable economía colaborativa. Diario “Cinco días”,21 de junio de 2014).

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por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires

 

Es difícil explicar si es adecuado el nombre de “economía colaborativa” o “P2P” como se llama a esta modalidad de vivir, pero como lo dijimos se topa con la economía  que hemos llamado “clásica”.

 

En el artículo citado en el copete, Miguel Garcia Vega que es su autor dice: “En el fondo estos modelos de éxito digitales tienen el problema de chocar contra el statu quo económico. Ya sea la industria del motor, los operadores turísticos o el mundo financiero, donde, por cierto, aparecen propuestas de desintermediación que amenazan la cuenta de resultados de los bancos, como la española Kantox, que propone el intercambio de divisas entre empresas. "Pero poco pueden hacer, la tecnología es imparable. El sector financiero será asediado como lo han sido los medios de comunicación o la música”, advierte el business Ángel Luis Martín Cabiedes”.

 

En realidad no se trata de un modelo digital,  ya que como dijimos en la primera parte los dueños de las plataformas operan dentro de lo que es la economía clásica, podríamos decir son una expresión más del capitalismo.

 

Por el contrario, los protagonistas de esta nueva modalidad es la gente común, no son profesionales de un servicio, sea de alojamiento, transporte, cuidado de personas, etc. Si bien no se puede negar que se obtiene algún tipo de lucro, el objetivo no es lucrar ni comerciar en el sentido usual del término.

 

La economía colaborativa es una reacción de la gente a los abusos de los precios, el mal servicio, deficientes regulaciones, en una palabra, a la inequidad y la ineficiencia del mundo y un desmesurado nivel de ofertas que obviamente encarece precios  de bienes y servicios.

 

Es también una respuesta a la mala distribución del ingreso y al fiscalismo desmesurado.

 

Es una suerte de nueva modalidad de socialización de medios o de democratización económica.

 

Si bien hoy día la pobreza extrema disminuyó en los últimos 25 años de 1850 millones de personas a 705 millones, también es cierto que el mundo de hoy tiene un nivel de pobreza inaceptable. En la Argentina es del 32%, y una desigual distribución del ingreso. En Argentina el 21% de la población posee el 49 % del ingreso, y nuestro nivel de vida disminuyó un 7% entre 2007 y 2016.

 

Debemos aclarar que en ese mismo lapso Perú lo mejoró un 26%, Bolivia un 16% y Chile un 9%.

 

Paradójicamente, la gente percibe que vivimos en un mundo en el que sobra de todo a otro en la que la mayoría no puede disfrutar de lo que este siglo ofrece a menos que sea compartiéndolo.

 

En ese mundo que describimos, en el que se superpone la abundancia con la miseria y la escasez, la economía colaborativa le abre posibilidades a una inmensa cantidad de gente que de otro modo no tendría acceso a un sinnúmero de bienes y servicios.

 

Días pasados estuve con un grupo de 10 estudiantes de  Catamarca, que venían por primera vez a Buenos Aires y pudieron hacer el viaje ya que se alojaban en casas de familia pagando entre  $ 100 y $ 130 con desayuno y una comida incluida, alrededor de  U$S 10,00 por día. Se movilizaban usando las bicicletas que ofrece la ciudad de Buenos Aires gratuitamente, y hasta pudieron hacer alguna compra en esa suerte de ferias familiares en las que se venden cosas en desuso.

 

Sin la economía colaborativa, estos chicos que nos sirvieron de ejemplo no hubieran podio conocer Buenos Aires, y ya pensaban en viajar a Chile el año próximo.

 

Es obvio que la economía clásica no puede hace oferta alguna a ese 80% de la población que se reparte la mitad del ingreso, siendo el promedio del 50% de los 16 millones de personas que perciben ingresos de $ 8.500 mensuales, equivalente a U$S 548,00 de una moneda falsa y notablemente apreciada. Los primeros cuatro deciles perciben ingresos máximos de $ 2.800 a $ 7.000.

 

Es obvio que este sistema no puede ser regulado, lo que no significa que no se deban pagar impuestos o tener las licencias si ofrecen transporte colaborativo o servicios que exijan algún tipo de habilitación, entre los que no se encuentran el alojamiento compartido o la venta circunstancial de algún bien o servicio.

 

En la economía colaborativa se comparte lo que se tiene, pero no se hace profesión de ello.

 

Obviamente habrá quienes aprovechen este nicho para operar en serie y lucrar a un menor costo, pero estos ya no serán protagonistas de esta modalidad imparable, que amplía el mercado y beneficia a sectores mayoritarios de la población, sino los oportunistas de siempre.

 

No tengo duda que la economía colaborativa abre el mundo y ofrece nuevas formas de vida.

 

Esperemos que el Tribunal de la UE en su fallo en el caso “Uber” tenga en cuenta que la “economía colaborativa” es otra cosa y advierta la diferencia entre las plataformas digitales que pertenecen a la economía clásica y a los usuarios que son sus beneficiarios, que a su vez es posible que alternen sus roles, a veces usuarios, a veces prestadores.

 

Portal de América

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