por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires

Recuerdo que le dije a fines de agosto pasado a Isela Costantini que Aerolíneas Argentinas me había hecho llorar, y precisamente fue Mariano Belgrano el responsable en un balcón del edificio de la calle Uruguay y Rivadavia, donde funcionaba en esa época-año 1984-una dependencia del Ministerio de Trabajo.

En ese momento coincidieron una inflación promedio del 0,5% diario, que impactaba muy negativamente en los salarios del personal, el mío apenas superaba los u$s 150,00; la falta de sensibilidad de funcionarios de segunda línea del Ministerio de Economía  y de Obras Públicas y Transporte, que soberbiamente cercenaban mis márgenes de negociación, estableciendo límites absurdos, y la errónea acusación del propio Mariano, que me responsabilizaba por hechos que escapaban a mi control. Se juntó todo.

Ese día se me generó una situación de impotencia que procesé con lágrimas, pero que me convencieron que tenía que dejar de cumplir con instrucciones erróneas o meramente burocráticas, e intentar por mi cuenta y riesgo  encarar los pasos esenciales para intentar cambiar la empresa, sabiendo que me convertiría en un iluso. Aclaro que el directorio de la empresa tampoco ayudaba, y había tres directores que eran ajenos a la empresa que jamás merecieron mi respeto, y que parecía que más bien eran aprendices de espías.

Todos saben que me fue mal, porque al poco tiempo fui echado, y extraña coincidencia, por la información que he podido reunir y que intenté confirmar con la propia Isela, las causas de nuestros despidos habrían tenido alguna coincidencia.

Dicen que ella jamás se volvió a saludar con el actual Ministro de Transporte, y yo disolví la sociedad profesional que tenia con el Dr. Domingorena, y solo me crucé circunstancialmente una vez en la calle Florida.

Estos recuerdos afloraron cuando me avisaron hace menos de una hora, de la muerte de Mariano.

A Mariano lo había conocido un tiempo antes de llegar a Aerolíneas Argentinas, por medio de un abogado amigo que era su asesor en la A.A.A.

Nos tocó una época rara. El país retornaba al régimen democrático republicano, de la mano de la Unión Cívica Radical, partido del que Mariano era afiliado y militante en el área gremial. A su vez yo era afiliado de la UCD y tenía una buena relación con el ingeniero Álvaro Alsogaray, la que cultivé hasta poco antes de su muerte.

Más de una vez Mariano me chicaneaba por mis convicciones liberales que mantengo, y teníamos discusiones que más de una vez superaban largamente la media noche en un restaurante de Palermo que él atendía junto a un amigo también tripulante, durante las que me quería convencer que Aerolíneas Argentinas compensaba sus pérdidas por lo que aportaba indirectamente al PBI, por lo que significaba para la conectividad interna y externa del país y el desarrollo del turismo, y como fuente de trabajo de mano de obra muy especializada.

Tampoco lograba convencerlo diciéndole que en realidad la empresa era extractiva de recursos, y que todos sus balances, salvo uno o dos de la gestión del Dr. Juan Carlos Pellegrini, durante el gobierno de facto, daban números superrojos.

Estas charlas, más que discusiones, las tuvimos hasta no hace mucho cuando nos encontramos en un evento social que terminaron aburriendo a Claudia, mi mujer.

Estos recuerdos, que es mi forma de honrar esa relación que no es la única que he tenido con dirigentes gremiales, me ayudaron para entender un poco más lo que es ese difícil oficio de vivir la vida que se aprende día a día, y de la que también diariamente debemos rendir examen, como lo decía aquel soneto de Pedro Miguel Obligado “Exámenes”.

Como testimonio de esa relación con Mariano, adjunto un documento que fue la causa de mi despido en Aerolíneas Argentinas, que remití a todos los gremios de la actividad en octubre de 1984, y que sale a publicidad por primera vez.

Recuerdo que el lunes siguiente a su recepción, Basteiro, que era el Secretario de A.P.A., el propio Mariano, Fernandez, directivo de APTA, y un representante de ATVLA que agrupaba a los ingenieros de vuelo, me convocaron a una larga reunión. Había también algún otro delegado gremial a los que les expuse cual era mi idea para poder hacer de Aerolíneas Argentinas una empresa que deje de ser extractiva de recursos del Estado Nacional, al tiempo que les hacía saber de mi despido. Les reiteraba que venía la época de trabajar sobre obligaciones más que derechos.

Lo que noto es que la cuestión sigue pendiente. Aerolíneas Argentinas continua siendo extractiva de recursos, y pierde dinero en una época en que el transporte aéreo es rentable. Entre tanto su reestructuración sigue pendiente, los costos hundidos cada vez son un lastre más pesado, y se sigue creyendo que la cosa solamente pasa por la puntualidad, incrementar el número de pasajeros, con la patología de la conectividad y con traer más aviones. Es como si un médico nos dijera que la morfina es curativa, a lo sumo calma el dolor.

Según información que me han dado y que me merece fe, este año Aerolíneas Argentinas necesitará U$S 400 millones.

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